RIVER PLATE

El primer título de Demichelis y el inicio de la era post-Gallardo

En su primer semestre a cargo del Millonario, el DT le devolvió la confianza al plantel y superó con éxito la difícil tarea de ser el sucesor del ciclo más exitoso en la historia del club.

Cuando Marcelo Gallardo anunció que dejaría su puesto como entrenador, en Núñez todo se tiñó de incertidumbre. Por los logros que había cosechado el Muñeco, por su arraigo con el club, su ascendencia en los jugadores y por haber sido el líder de un proyecto que le devolvió la identidad al Millonario.

En ocho años y medio, Napoleón había pasado de ser un hombre de la casa con poca experiencia como técnico al dueño absoluto de los destinos futbolísticos riverplatenses, y del corazón de los hinchas que lo subieron al pedestal de los máximos ídolos. Por eso, la sensación que generó su partida fue de desconcierto y de orfandad.

Sin embargo, todas las dudas que nublaron el futuro en aquel momento se fueron disipando con el transcurrir de los meses, de los partidos y de las victorias del River de Martín Demichelis, otra apuesta de Enzo Francescoli que dio resultados en el corto plazo.

Con una única entrada en su currículum al frente de los juveniles del Bayern Munich, aunque también con una preparación minuciosa y un recorrido de mucho aprendizaje en Europa, el nuevo “principiante” se fue curtiendo en Sudamérica a fuerza de golpes.

Como era de esperar, no se lo evaluó en un principio con la vara del último Gallardo, sino con la del primero -aquellos días brillantes de 2014- o, aún más difícil, con la del mejor. Cuando asumió, Micho encontró un plantel numeroso y con bastante jerarquía, pero con la confianza minada por una temporada aciaga en la cosecha de títulos y exigua en cuanto al progreso individual y colectivo.

Con poco para ganar y casi todo para perder, optó por alejarse de la cómoda vida en Alemania para hacer caso a su sentimiento. Cuando River decidió que yo sea el entrenador, nunca lo dudé. Cuando Gallardo se fue y yo estaba dentro de los que se barajaban en los medios públicos, mi mujer me decía ‘no te vas a meter en ese quilombo’. Me decía que estaba loco. Pero le dije que me acompañara a esta locura”.

“Se gana, se empata y se aprende”, pregonó desde aquellos primeros traspiés contra Belgrano y Arsenal por el campeonato. Luego llegaron las caídas contra The Strongest y Fluminense, en una fase de grupos de la Copa Libertadores que lo ubicó en el blanco de las críticas.

Señalado por disponer planteos demasiado ambiciosos en un torneo que a veces exige más recaudos, recogió los cuestionamientos, pulió su planificación y revirtió un panorama complicado, con un triunfo en casa sobre el Flu que marcó un punto de inflexión. A partir de allí, el River de las buenas intenciones evolucionó a uno con carácter y autoridad.

Demichelis resistió las turbulencias, demostró versatilidad para corregir errores a tiempo y convenció a sus futbolistas de una idea. De ese modo llevó la batuta de un equipo que ganó el Superclásico, se clasificó a octavos de final en el certamen continental y casi no tuvo oposición en la Liga Profesional de Fútbol.

“El hincha de River no solo va a ver a su equipo ganar, sino que exige una manera de ganar”, apuntó en marzo pasado. El primer trofeo, con un fútbol fiel a la historia de la institución, tal vez sea entonces un envión anímico para ir por más.

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