RIVER PLATE
River llenó todos los casilleros para la eliminación
Ante Palmeiras, el Millonario falló en todas las líneas y dejó en evidencia que no estaba lo suficientemente maduro para disputar instancias decisivas de la Copa.
La Libertadores es muy difícil. Un equipo que pretende ganarla requiere un libreto bien definido, futbolistas que sean determinantes cuando se los necesita, personalidad para reponerse a las adversidades, concentración máxima, efectividad y hasta algo de fortuna.
En ese sentido, la derrota de River este martes ante Palmeiras no solo pareció haber dejado la serie liquidada desde el resultado, sino también la sensación de que el Millonario no cuenta en este momento con un equipo confiable para afrontar este tipo de compromisos.
Contrariamente a lo que se creía de antemano, basado en la buena circulación y el poderío ofensivo del conjunto de Marcelo Gallardo, quedó de manifiesto contra un rival de jerarquía que fallaron muchas de las cuestiones que no pueden fallar en un encuentro de estas características, de un certamen tan complejo.
Ya desde los minutos iniciales, un River que dominaba el trámite se dio sus primeras licencias cuando desperdició al menos dos oportunidades claras en los pies de Carrascal y Borré. Esa falta de concreción de las acciones de peligro terminó, como muchas veces pasa, con una fatalidad en el arco propio.
Segundo error: mandíbula de cristal. Tal como había sucedido en el Superclásico del pasado fin de semana, los del Muñeco manejaron la pelota la mayoría del tiempo, pero cuando tuvieron que defenderse, mostraron una respuesta muy endeble.
Más allá de la falla de Armani y el aprovechamiento de Rony, lo que vino después fue tan malo como el gol recibido. El golpe dejó sin reacción a los argentinos, que tuvieron alguna chance aislada antes del descanso pero cedieron el control del partido.
Los generadores de juego (Carrascal, Nacho Fernández, De La Cruz y Suárez) desaparecieron casi por completo y el equipo que fluía hasta los 25 minutos se convirtió en uno que iba hacia adelante con voluntad pero sin lucidez, con avances mucho más forzados.
Para colmo, otra falencia conceptual de Rojas como la que el DT le había marcado en La Bombonera (esta vez cerró hacia adentro con absoluta fragilidad) le permitió a Luiz Adriano, en el arranque del complemento, ampliar un resultado que hasta ese entonces parecía demasiado premio para el Verdão.
El segundo impacto destruyó las ambiciones riverplatenses. No hubo reacción, no hubo rebeldía, no volvió a existir el River que había empezado el partido acorralando a Palmeiras en el afán de hacer la diferencia como local.
La debacle terminó de completarse con un combo de patadas absurdo y fuera de contexto de Carrascal, que había sido precedido por el enojo de otros compañeros suyos a partir de un lujo de Gabriel Menino. Como si no supieran que a los brasileños les gusta sobrar un poco de más cuando van ganando. Como si fuera la primera vez que jugaran la Copa.
Enseguida vino el tercer gol con el cabezazo de Viña y entonces solo quedó, con media hora por delante, la esperanza de que la goleada no fuera mucho más abultada, algo que no ocurrió solo por la relajación de los visitantes en la definición.
La historia quedó sentenciada no solo por el 0-3, sino porque River llenó todos los casilleros de un equipo que no está listo para estos desafíos, pese a las cualidades positivas que había mostrado, en general, ante rivales menores.
Con una posible final ante Boca en el horizonte, queda como consuelo ver la mitad llena del vaso. El dolor de una derrota como la de anoche sirve, al menos, para darse cuenta de que el Millonario no está en condiciones de exponerse a arriesgar todo lo conseguido en estos años. Hoy por hoy, sería como lanzar una moneda al aire.