RIVER PLATE
River y el partido maldito
El Millonario volvió a ser dominador ante San Lorenzo y generó muchas situaciones, pero no pudo plasmarlo en el resultado y fue muy frágil cuando lo atacaron.
Como si se tratara de una remake del partido disputado el 8 de diciembre de 2019, en el que el equipo de Marcelo Gallardo desperdició numerosas oportunidades y dejó escapar tres puntos que luego lamentó al final de la Superliga, River volvió a perder en el Monumental contra San Lorenzo, en un encuentro en el que mereció, al menos, un empate.
Es que más allá de aquel accidentado compromiso que se disputó en vísperas del primer aniversario de la final de Madrid, en el que los del Muñeco incluso erraron dos penales, lo que genera preocupación es un formato que se repite y tiene un desenlace ya conocido.
Si algo tiene en claro el Millonario desde hace tiempo es su idea de juego, de constante vocación ofensiva, presión alta y variedad de recursos para atacar por las bandas y también por el centro. Así competirá siempre y seguramente ganará más de lo que perderá. Sin embargo, cuando la última puntada falla, todo parece desmoronarse.
Después de un cuarto de hora en el que el Ciclón sorprendió con un esquema inteligente y una salida rápida de contragolpe que funcionó a la perfección hasta que llegó -por un error, pero con justicia- la apertura del marcador, River jugó el partido que quiso.
Sin replegarse del todo, los de Boedo cedieron por completo la iniciativa y las ocasiones se sucedieron. Por arriba, por abajo, por adentro, por afuera. En todos los casos, la falta de puntería o de serenidad, sumadas al gran rendimiento de Sebastián Torrico, impidieron que llegara la igualdad antes del descanso.
La ausencia de esa lucidez para concretar lo que generaban fue erosionando la confianza de los locales, que parecían nublarse ante cada avance y, para colmo, sufrieron el segundo gol en una jugada de sencilla elaboración, tras una pérdida en campo contrario. Otro síntoma que alarma en este tipo de partidos: los de Núñez necesitan llegar mucho para convertir y los rivales parecen hacerlo con mucha más facilidad cuando se lo proponen.
Si se requieren 10 o 15 chances para marcar y se sufre un tanto en el arco propio cada un par de llegadas del oponente, es evidente que hay cuestiones a revisar, más allá de la mala suerte. Sobre todo si no es la primera -ni la segunda, ni la tercera- vez que sucede.
El ingreso de Federico Girotti, ajeno a ese espiral de frustración que provoca la imposibilidad de traducir el dominio en un buen resultado, aportó aire fresco y volvió a encender la esperanza con el descuento cuando todavía quedaba un rato por jugarse. Pero hacia el final, quedó la sensación de que aunque restaran varias horas, no era el día de River.
Más allá de las cuestiones fortuitas y anímicas, quizás la explicación esté en la sequía de Julián Álvarez, el intermitente nivel de Rafael Borré (es el goleador del torneo con siete festejos, pero anotó en solo tres partidos), la falta de Matías Suárez (recibiría el alta médica esta semana) y las apariciones muy esporádicas de los mediocampistas de creación que además están llegando poco al área con claridad.
Se vienen semanas de definiciones en la Copa de la Liga y compromisos importantes por la Copa Libertadores. Más allá de la bronca transitoria, la derrota de este domingo ya forma parte del pasado. El objetivo a corto plazo será volver a consolidar la propuesta y pasar de ser ese equipo con buenas intenciones a uno firme y convencido en todas sus líneas, una transición que ya se dio varias veces en el ciclo.