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Quintero siempre paga la entrada

El colombiano entró en el segundo tiempo contra Newell’s, levantó al equipo desde lo anímico y abrió un partido muy duro para River con otra genialidad.

Quintero siempre paga la entrada
Prensa River Plate

El regreso de Juan Fernando Quintero fue una de las grandes noticias del mercado de pases del fútbol argentino. Por su historia con la Banda Roja, por su probada jerarquía internacional y por lo que todavía puede dar, el colombiano revolucionó el mundo River y volvió a ilusionar a los hinchas con regalarles nuevas alegrías.

Este domingo, en Rosario, el 10 del Millonario entró en el arranque del segundo tiempo para tratar de destrabar un trámite complejo, de pierna fuerte y poco espacio, y aportó un toque de su estilo con el que volvió a demostrar el porqué de un enamoramiento futbolístico que se recicla.

¿Puede un gol con el arco vacío, tras un evidente error del arquero, ser un golazo? Sí en la imaginación de un futbolista que solo necesita medio segundo para acomodar su cuerpo al perfil que mejor le queda, definir seco con la cara interna como si su zurda fuese un taco de pool y poner la pelota contra un palo desde una distancia de 40 metros.

En ese instante de resolución absoluta, de belleza y efectividad, radica su magia. Juanfer es un ilusionista, un jugador del que siempre se espera que haga algo fuera de lo común y siempre lo hace, que reinventa su libreto para, aún en las pequeñas intervenciones, conseguir que un partido áspero tenga un momento de poesía.

Los goles siempre cautivan, pero Quintero electriza a cualquier futbolero cuando amaga un pase y quiebra la cintura hacia adentro, cuando la pide y devuelve una pared redonda, cuando mete un cambio de frente de más de 50 metros al pie de un compañero, cuando filtra una asistencia que no se veía ni por televisión ni en la cancha.

En su cabeza todo parece transcurrir más rápido de lo normal, aunque su físico todavía no le permita ser durante 90 minutos la mejor versión de sí mismo. Así lo interpreta Marcelo Gallardo, a quien admira, respeta y entiende con solo un cruce de miradas.

“La verdad no quiero hablar de eso. Llevo tres años hablando lo mismo, el que entra, el que juega de titular… Lo importante es que River gane, no que entre yo 10 o 15 minutos. El equipo es lo más importante y eso es lo que vale”, declamó en el campo de juego del Estadio Marcelo Bielsa el autor del gol más gritado de la historia de los Superclásicos.

Eso lo define como un aprendiz ejemplar de una línea de trabajo que lo motivó a volver desde China a la que él mismo definió como su casa. El grupo por encima de cada pieza y el aporte individual al servicio de lo colectivo, ya sea arrancando de titular, entrando desde el banco o incluso sin jugar ni un minuto.

Todavía en busca del nivel superlativo que alcanzó a principios de 2019, antes de su lesión de ligamentos, Juanfer sabe bien lo que puede aportar. Tiene su pegada, su lucidez, su atrevimiento, su particular carisma y una cualidad única: lleva en su pie izquierdo la capacidad de hacer sonreír a los riverplatenses.