Carlitos Tevez, el pibe de 37 que está más vigente que nunca
El Apache disputó un correcto Superclásico: apareció en momentos justos y dejó en claro que su jerarquía no tiene fecha de vencimiento. A Boca le pueden faltar todos, menos él.
"Orgulloso de representar estos colores en otro clásico", escribió apenas terminó el partido del domingo contra River. Con la bronca latente por no haberlo liquidado a tiempo, pero con la tranquilidad necesaria para irse en paz consigo mismo tras haber dejado todo, y un poco más, dentro del campo de juego.
El principio del encuentro le costó, como a la mayoría de sus compañeros, pero promediando los 30 minutos se volvió un hombre vital para el ataque de los suyos. Ubicado detrás de los mediocampistas de contención del Millonario generó peligro y hasta se dio el lujo de tirar un taco de novela para asistir a Nicolás Capaldo, quien luego fue derribado por Paulo Díaz dentro del área. En el segundo tiempo también fue importante y estuvo cerca de anotarle otra vez al eterno rival del cuadro de sus amores. Sin embargo, la carta de la eficacia no le jugó una buena pasada y se quedó con las ganas de festejar.
Antes, de joven, no disfrutaba los clásicos ni sabía cómo jugarlos. Tenía el sentimiento tan a flor de piel que se obnubilaba, pese a que en 2004 se dio el lujo de hacer uno de los tantos más gritados en la historia de Boca. Pero con el tiempo, y la maduréz adquirida a lo largo de su carrera, se volvió cada vez más importante. Cuando le dieron minutos, respondió. Y cuando respondió, Boca siempre supo salir a flote.
Carlos Tevez, el pibe de 37 años, se reinventó como pocos supieron hacerlo en el fútbol argentino. Por más que algunos sectores de la prensa se ensañen con retirarlo, él mantiene lo más importante que tiene que tener un jugador de fútbol: hambre de gloria. Por eso, pensando en el futuro inmediato, al Xeneize le puede faltar cualquiera, menos él.