MUERE MARADONA
El pueblo argentino llora a Diego
Una multitud se acercó a la Casa Rosada para despedir a Maradona. Miles de personas unidas por un mismo sentimiento. Hasta siempre, maestro.
El primer día sin Diego Armando Maradona no es para nada sencillo en Buenos Aires. La gente se reúne en las calles para despedirlo, homenajearlo, agradecerle y dejarle en claro que este amor será eterno. Algunos lloran, otros eligen cantar, varios prefieren la soledad y también están los que comparten alguna bebida para rendirle honores. Cada uno a su manera, pero con el mismo sentimiento de fondo.
La zona de la Casa Rosada es un mar de maradoneanos, que hacen largas filas y soportan varias horas debajo del sol para darle el último adiós al Dios del Fútbol. Por momentos se escuchan canciones y el tradicional "Marado, Marado..." retumba en el centro porteño, rememorando tiempos de gloria. Pero también hay largos ratos sin voces, en donde el silencio se hace protagonista principal de una jornada de luto.
En las inmediaciones de la casa presidencial están los de clase alta, los de la media y los de la baja. Los que gozan de un buen pasar económico y los que la pelean todos los días para llevar el pan a sus casas. Sí, todos juntos, manteniendo la distancia social por la pandemia y unidos por el hombre que fue capaz de cerrar la bendita grieta en Argentina.
Diego se fue físicamente a los 60 años, a causa de un paro cardíaco, pero vivirá por siempre en los corazones de los que sienten pasión por él. Porque en definitiva, Maradona es eso: un sentimiento inoxidable que va más allá de la razón y atraviesa por completo a una sociedad que hoy tiene un motivo menos para ser feliz.
El miedo más grande de Maradona, según sus amigos, era no ser recordado por su pueblo. Para tranquilidad suya, en dónde esté, eso no ocurrirá jamás. Porque el que ama no olvida.
Buen viaje, Diego. Volá alto, bien alto. Y después de darte un (merecido) abrazo con Don Diego y Doña Tota, tirá una gambeta más así nos endulzas un poco este 2020 viene bastante amargo.
Hasta siempre, Pelusa.