Boca es feliz con Russo

Diciembre de 2019. Las elecciones presidenciales todavía estaban frescas. La flamante Comisión Directiva toma su primera gran decisión y contrata a un nuevo entrenador para reemplazar a Gustavo Alfaro, el último de la gestión Angelici. La apuesta va por un viejo conocido de la casa, que mantiene perfil bajo y prefiere hacer ruido adentro, no tanto en los micrófonos.

En su primera conferencia de prensa aparece vestido similar a como había dirigido su último encuentro, ante el Milan en el Mundial de Clubes 2007. No promete demasiado, pero sí asegura que habrá mucho trabajo y esfuerzo para poner a Boca en donde debe estar. Y además, como si fuese poco, sostiene que el equipo será competitivo.

Mete un sprint final de novela, gana 6 de los 7 partidos en juego de la Superliga Argentina, le arrebata un título inolvidable a River y reafirma que las situaciones difíciles le gustan más. Boca es campeón del fútbol argentino y, por más que muchos se animaron a decir que esto sería imposible, comienza a transitar un camino basado en las victorias.

El éxito tempranero y la lluvia de elogios no lo marean. Él sigue siendo el mismo que no deja un título en las entrevistas, que prefiere que todo quede puertas adentro, que charla con los jugadores mano a mano para ver cómo se sienten y que pregona la frase "necesitamos de todos" para tener un plantel competitivo.

Hoy, a casi un año de haber regresado al club que lo marcó de por vida, las estadísticas lo respaldan y dejan en offside a los que lo critican de manera destructiva, alzando su voz para ser escuchados vaya a saber por quiénes: de sus primeros 15 partidos, ganó 12 y empató 3, consiguiendo el 87% de los puntos en juego.

El cambio rotundo de Boca, que todavía tiene mucho por mejorar si quiere reencontrarse con la gloria, del que tanto hablan estas oraciones se puede definir en tres palabras: Miguel Ángel Russo.