BOCA 1-0 RIVER
Sufrimiento feliz de River
El Millonario perdió en la Bombonera, pero hizo bueno el 2-0 de la ida y se clasificó para su séptima final de la Libertadores. Es la tercera con Gallardo.
River está en una nueva final de la Libertadores, la tercera del ciclo Gallardo, la séptima de su historia, la segunda consecutiva. El conjunto de Gallardo sigue siendo un gigante, un rival inalcanzable ahora mismo para su más acérrimo rival. Boca puso pasión, coraje, arrestos. La Bombonera empujó y creyó más en su equipo de lo que a cambio le devolvió este. Nunca estuvo cerca del sueño de remontar, ni siquiera tras el gol de Hurtado.
Es muy pobre la idea de Alfaro desde que se hizo cargo del conjunto Xeneize. En un partido contra el equipo de mejor propuesta de Sudamérica, se dedicó a martillearlo a pelota parada y exclusivamente mediante envíos largos hacia Wanchope Ábila. El corpulento delantero se zafó cuanto pudo, peleó y cuerpeó, pero fue víctima de un juego unidireccional y previsible por parte de sus compañeros. Acabó fundido, desgastado.
River no estuvo cómodo, aún así. La presión alta de los de Gallardo fue buena, pero sólo De la Cruz pudo estirar lo suficiente al equipo en ataque. Donde más sensación dio de poder desnivelar Boca el choque fue en la estrategia. Ahí sí fue superior el cuadro local. Primero Enzo Pérez estuvo a punto de marcar en su arco. Después, la acción más clara del primer tiempo llegó también de esta manera. Una falta magistralmente botada acabó en las redes tras remate de Salvio, pero, sin embargo, el árbitro Sampaio, desnortado durante todo el partido, lo anuló ya que la pelota golpeó en el brazo de Izquierdoz justó antes.
Los centros laterales también hicieron daño a la defensa de River, incómoda al tener que mirar más de lo habitual al cierlo que al piso. Su primer objetivo, el de llegar con la ventaja intacta al descanso, le dio confianza para lo que vino después, un ejercicio de supervivencia que correspondía más al resultado de la ida que a lo que sucedía sobre el campo. Tiene oficio también el equipo de Gallardo, lo que le hace más competitivo y completo. No es casualidad que salga entero de escenarios así.
Tampoco fue el partido modélico del River de Gallardo, lejos de su mejor versión y de su rutilante estilo. Se limitó a ver cómo Boca se ahogaba entre su ansiedad, entre sus temores. Ni con los cambios se adivinó un camino claro del Xeneize hacia la remontada. Ábila perdonó el 1-0 tras el enésimo pase directo hacia él y con su marcha del campo, sustituido por Hurtado, pareció acabarse cualquier posibilidad de dar vuelta a la serie. A Tevez se le apagaron las pilas, Salvio siguió negado como durante toda la noche y Zárate entró con el pie cambiado.
Cuando más negado estaba Boca, llegó el tanto de Jan Hurtado en una acción a balón parado que pareció dar esperanza a la Bombonera. Fue un espejismo. River aguantó, se puso el traje de sufrimiento, que también lo tiene, y vio pasar los últimos diez minutos entre la angustia por guardar el marcador y la ilusión de disputar una nueva final de la Libertadores. El rey actual de las finales estará de nuevo en una. El River de Gallardo. El mejor River de siempre.