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Copa Libertadores

A 100 días de la final que cambió el mapa del fútbol argentino

Más de tres meses después, los hinchas de River todavía festejan el triunfo más importante en la historia del club, obtenido frente al rival de toda la vida.

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A 100 días de la final que cambió el mapa del fútbol argentino
Prensa River Plate

Es martes, pero podría ser lunes, jueves o domingo. Cualquier día de la semana en el que un argentino o una argentina compartan una charla futbolera o abran alguna red social se encontrarán con una polémica, con un recuerdo, con un meme, con una foto, con un video de la final. Aunque pasaron 100 días, en el imaginario popular, el partido que marcó un antes y un después en la historia de los Superclásicos se sigue jugando.

“No hay nada peor que perder una final de Copa Libertadores con tu clásico rival”, chicanean los de River. “Peor es descender”, responden los de Boca. El debate se plantea en los bares, en las oficinas, en las radios, en los canales de televisión y nunca, pero nunca, se llega a una conclusión certera.

Lo cierto es que la final de todos los tiempos reabrió la discusión histórica de una rivalidad en la cual cada uno jugó siempre sus cartas y los Xeneizes habían conseguido en 2011 el as de espadas. Títulos internacionales contra títulos locales, un fútbol distinguido y admirado contra la popularidad de un barrio y de una hinchada, diferencias en el historial de enfrentamientos: todas las variables pasaron a segundo plano cuando el Millonario perdió la categoría y jugó un año en la Primera B Nacional.

Por eso, los riverplatenses encontraron en este cruce inédito la posibilidad de volver a sentarse en la mesa a jugar de igual a igual, con un naipe tan poderoso que nadie lo había siquiera imaginado. Y en La Ribera aceptaron el desafío. En la previa, de los dos lados coincidieron en que en los mano a mano que se habían disputado durante más de un siglo, nada podía compararse con esto. Un ida y vuelta entre los dos gigantes del fútbol argentino en el escenario más grande en el que puedan llegar a cruzarse de manera oficial.

“La Copa Libertadores es mi obsesión”, un himno común que puede escucharse tanto en el Monumental como en La Bombonera, nunca tuvo menos sentido. Lo que había en disputa era mucho mayor. Era la gloria eterna contra una humillación sin precedentes en los casi 250 capítulos anteriores del Superclásico. El trofeo más preciado del continente pasó a segundo plano. El perder una final y la chance de conquistar América se convirtió en un riesgo insignificante.

Más allá del evidente daño que provocó en el espectáculo la suspensión y el traslado de la revancha al otro lado del océano, el contexto convirtió finalmente al Santiago Bernabéu en una especie de templo inmaculado para los de Núñez. Hoy, en las tribunas, ya se entonan canciones con referencias a España y a Madrid cuando se menciona la más grande de las victorias de un club que está pronto a cumplir 118 años.

A algunos de River todavía les dura la alegría, otros de Boca asimilan el golpe en silencio y esperan su desquite. Hay quienes le dan al partido carácter de sentencia definitiva y quienes lo minimizan. Quienes ya quieren dar vuelta la página y quienes ponen todo en duda basados en teorías conspirativas. Quienes sacan pecho, quienes mastican bronca.

“Ganarle la final de la Copa Libertadores a tu eterno rival no estaba en los libros. Ahora sí”, le dijo Marcelo Gallardo al diario La Nación pocas horas después de aquel inolvidable 9 de diciembre de 2018. Los tiempos pasan, el fútbol sudamericano sigue su curso y los desafíos vuelven a aparecer en el horizonte, pero si algo está claro es que todas las generaciones que vivieron el más importante de los River-Boca lo recordarán para siempre.