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Copa Libertadores

El aura copera: una virtud que el River de Gallardo no pierde

El Millonario volvió a sacar ese plus necesario para jugar la Libertadores: cuando parecía derrotado en Lima, rescató un punto que puede ser valioso en el Grupo A.

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LIMA, PERU - MARCH 06: Cristian Ferreira of River Plate celebrates after scoring the euqalizer during a group A match between Alianza Lima and River Plate as part of Copa CONMEBOL Libertadores 2019 at Estadio Nacional de Lima on March 6, 2019 in Lima, Peru. (Photo by Raul Sifuentes/Getty Images)
Raul SifuentesGetty Images

A la hora de hablar de un equipo copero, y en particular de uno que sabe disputar la Copa Libertadores, se suelen destacar determinadas cualidades que pocos reúnen: buen juego, por supuesto, pero también otras relacionadas a lo mental como inteligencia, sacrificio y carácter. Y está claro que River las tiene todas.

Este miércoles, en Perú, el campeón de América no sólo consiguió un punto. También volvió a demostrar que es un obstáculo casi infranqueable para cualquier rival, porque aun cuando no tiene buenos partidos, guarda una vida extra en el peso de sus individualidades y en el convencimiento colectivo.

Desde aquel primer equipo de Gallardo que disputó la Sudamericana 2014, se construyó la idea de que para vencerlo no alcanza con superarlo. En cualquier momento, incluso cuando parece dormido, siempre está por reaccionar.

Algunos casos emblemáticos del ciclo como el corte de luz en Paraguay previo al penal para Libertad que finalmente desperdició Rodrigo López, la atajada de Marcelo Barovero a Emmanuel Gigliotti, el gol agónico de Rodrigo Mora en México y la posterior clasificación casi milagrosa en 2015, el 8-0 a Jorge Wilstermann y las más recientes remontadas en Porto Alegre, en La Bombonera y en Madrid, dan muestra de que no sólo es suerte lo que acompaña al Muñeco.

Existe un respeto de parte de los demás clubes del continente y también una fuerte creencia puertas adentro de que hoy el Millonario tiene eso que necesita para pisar fuerte en un torneo que durante mucho tiempo le fue esquivo pese a contar con grandes planteles, varios de ellos integrados por quien hoy es el entrenador.

Por eso la igualdad ante Alianza Lima, que no tenía demasiado valor en la previa y tampoco suena a gran premio de acuerdo a la jerarquía del rival, resultó un bálsamo anímico, una prueba de lo que algunos llaman “mística” en una nueva edición de la Copa preferida del cuerpo técnico y de los jugadores.

El camino empezó con muchas cosas para corregir, pero con una certeza: la cuota adicional que significa ese enamoramiento de los últimos años con las competiciones internacionales sigue ahí, presente, a tres meses de haber alcanzado la gloria máxima en el Santiago Bernabéu.

Las debilidades defensivas, el bajo rendimiento de Juan Fernando Quintero, el penal errado por Rafael Borré y cada una de las adversidades que se dieron en la noche del Estadio Nacional pasaron de ser una preocupación a darle sentido a la caricia de Cristian Ferreira a la pelota, para demostrar que la llama sigue viva. Para ganarle a River en la Libertadores no bastará con golpearlo. Van a tener que matarlo.