Esa maldita resaca: River y el día después de otra derrota
El equipo de Marcelo Gallardo volvió a perder y no logra recuperar su buen nivel en el torneo local después de haberse consagrado en la Copa Libertadores.
No es la primera vez que le sucede a River en este ciclo y por eso no sorprende ni alarma. Cuando el entrenador pide paciencia para que el plantel vuelva a responderle, tanto puertas adentro como desde afuera, todos coinciden en que es capaz de lograrlo. Sin embargo, el tren de la Superliga ya parece haber pasado definitivamente. Otra vez.
Allá por 2014, el equipo del Muñeco enamoró en las primeras jornadas del Torneo de Transición. Venía de ser campeón de la mano de Ramón Díaz y, con un funcionamiento perfeccionado, logró goleadas y un juego vistoso que llamó la atención de todo el fútbol argentino y le sirvió al DT como carta de presentación de lo que vendría.
Pero el buen andar en la Copa Sudamericana provocó que, promediando el certamen doméstico, el Millonario se desenfocara un poco y los caprichos del cronograma hicieron coincidir el partido definitorio con Racing con la semana en que se jugó la serie de semifinales del torneo continental contra Boca. Gallardo eligió: fue derrota ante La Academia con mayoría de suplentes, triunfo en el Superclásico y festejo al final del semestre con un nuevo título internacional. Desde entonces, por orden de prioridades o por desgaste previo, en Núñez nunca pudieron replicar el éxito logrado en Sudamérica en el plano de la liga local.
En 2015, fue el esfuerzo que demandó ser campeón de América, el viaje a Japón para ganar también la Suruga Bank y la mente puesta en el Mundial de Clubes; en 2016, la necesidad de ganar la Copa Argentina para clasificar a la siguiente edición de la Libertadores; en 2017, un sprint final que no alcanzó después del flojo año anterior y el duro golpe recibido en Lanús; en 2018, el objetivo prioritario de la Supercopa Argentina y el inolvidable camino que terminó en Madrid; y en 2019, las caídas ante Defensa y Justicia y Unión que sepultaron las chances de acercarse a la punta.
Le pese a quien le pese, el DT tiene una carta inapelable: siempre que se inclinó por un desafío en detrimento de otro, terminó consiguiendo el que se propuso o al menos llegando hasta las instancias finales. Pero en el Monumental los campeonatos locales se extrañan y el propio conductor del grupo lo sabe, aunque tras estas dos derrotas inesperadas ya parece tarde para dar el volantazo.
“Ya nos vamos a amar, en algún momento nos vamos a amar. Estamos medio desencontrados, es que tuvimos un amor muy fuerte y nos cuesta desprendernos de eso todavía. Ya nos vamos a dar una posibilidad”, explicó anoche. Quizás sea cuestión de que, con la misma pericia con la que convirtió a River en un temible equipo copero, le apunte de lleno a la Superliga, aunque otros amores lo desvelen.