Maidana, River y la construcción de un ídolo
El defensor de 33 años deja el Millonario para jugar en el Toluca de México, en busca de nuevos horizontes y un progreso económico hacia el final de su carrera. Se va con dos Copas Libertadores sobre sus hombros y la certeza de que su paso por el club será recordado por siempre.
“Es una muy linda posibilidad la que se me presenta, sería un paso importantísimo en mi carrera”. Jonatan Maidana se lo dijo al diario Olé de Argentina en junio de 2010, cuando River no se parecía en nada al que es hoy en día. El promedio acechaba y el descenso comenzaba a gestarse, pero él estaba convencido de que su destino era quedar en los libros de historia.
Supo asumir una postura sobria y hablar dentro de la cancha cuando se lo miró de reojo por su pasado en Boca, donde había sido campeón de América en 2007. Empezó a erigir su figura heroica cuando, en su primer semestre en Núñez, metió un cabezazo de pique al suelo que significó una victoria en un Superclásico contra su ex club.
En una temporada todo se derrumbó y los que formaron parte de aquel plantel que perdió la categoría quedaron en el ojo de la tormenta. Muchos emigraron; él optó por quedarse en busca de su revancha personal.
Después del retorno a Primera División y de una rotura de ligamentos cruzados, se ganó su lugar en los equipos de Ramón Díaz y Marcelo Gallardo. Como un caudillo, como un referente. Siempre con bajo perfil, pero sin generar dudas.
La formación de River desde entonces se recita de memoria con Maidana como primer marcador central. Maidana-Pezzella; Maidana-Funes Mori; Maidana-Balanta; Maidana-Mammana; Maidana-Pinola. Alguna vez Juan Román Riquelme, viejo rival y también compañero de Jony, lo expresó como nadie: “Hizo un milagro: vendió a los titulares y a los suplentes que jugaron al lado de él, es un genio”.
Ya en 2014, con el regreso de los títulos, el número 2 del Millonario pasó de ser respetado a ser querido. Y en la Libertadores de 2015 selló su vínculo perpetuo con los riverplatenses. Un salto imborrable que revirtió la serie de cuartos de final contra Cruzeiro en Belo Horizonte y una actuación consagratoria marcando a André-Pierre Gignac en la final contra Tigres lo pusieron en el salón de los indiscutibles.
Ocho años y medio después de su llegada, el líder silencioso decide dejar su hogar adoptivo tras haber alcanzado lo más alto. Es el único futbolista que estuvo en la fatídica tarde del 26 de junio de 2011 en el Monumental y también en la inolvidable noche del 9 de diciembre de 2018 en Madrid. El único que sintió el dolor en carne propia y también abrazó la gloria eterna. El mejor intérprete de la redención de River.
“Lo recordaremos como un jugador de la p… madre”, dijo Gallardo cuando se lo consultó por la salida de uno de sus soldados más leales. Los hinchas, seguramente, también lo recordarán como uno de los máximos ídolos históricos de la institución.