Enfrentados a un partido que de uno u otro modo marcará sus carreras como técnicos, Marcelo Gallardo y Guillermo Barros Schelotto juegan más que nunca al secreto. Poco se sabe a ciencia cierta de los esquemas que presentarán sus equipos en la Superfinal de mañana, pero la suma de experiencias previas, bajas obligadas, gustos, convicciones y el pensamiento puesto en estrategias a 90 o 120 minutos permiten hacer algunas conjeturas al respecto.
Todo hace suponer que la batalla se dará en la mitad de la cancha. Por un lado, porque a River le faltan delanteros, ausentes Borré y Scocco. Por otro, porque Boca necesitar dar pelea en ese sector para evitar un dominio sostenido de su rival, punto que se ha demostrado como fundamental en los encuentros disputados como local por los millonarios en esta Copa.
A Gallardo le gusta mover fichas en cada partido. Sorprendió el Muñeco con la incorporación de Martínez Quarta como tercer central en La Bombonera hace dos semanas y la posibilidad de repetir la idea está latente. Pero esta vez regresa Leo Ponzio al equipo y esto le da otras variantes. Por ejemplo, la de proponer un 4-1-4-1 con el capitán ejerciendo de libre por dela nte de la línea de fondo y dos funciones básicas: ofrecerse como salida (en la ida Pinola debió ejercer ese rol) y dificultar que Boca encuentre a Wanchope Ábi la tapando las líneas de pase, dado que e sa vía es desde hace un tiempo la preferida por el Mellizo para disimular la falta de elaboración de juego de los suyos.
Ponzio, además, sería el vértice más retrasado de un circuito que completaría Lucas Pratto, esta vez situado como delantero de punta. De la conformación del cuarteto intermedio dependería entonces la intención de River. Con Palacios y Pity Martínez como fijos, entre Enzo Pérez, Nacho Fernández y Juanfer Quinteros deberían repartirse los otros dos puestos.
La participación de Montiel y Casco en ataque cambiaría en función de cómo distribuya Gallardo sus piezas. Una cosa son Martínez y Fernández pegados a las bandas y otra sería Pity como segundo delantero a espaldas de Pratto más un eje Palacios-Pérez-Quintero por dentro. La versatilidad de sus volantes es la gran ventaja con la que cuenta el Muñeco porque le brinda muchas variantes .
Guillermo tiene a su vez el reto de reemplazar al lesionado Cristian Pavón y esto también le abre un abanico de opciones. La primera que surge es la utilizada en la ida, una doble punta con Ábila-Benedetto , pero los Mellizos piensan en un partido de 120 minutos y parece difícil que desgasten a ambos delanteros desde el arranque.
Mauro Zárate y Carlos Tevez surgen entonces como alternativas, pero en cualquiera de estos casos el equipo corre el riesgo de partirse al medio , tanto en defensa como en ataque (ni ellos ni Benedetto sienten ni garantizan el cumplimiento de la colabora ción defens iv a) , y así quedar excesivamente expuesto al control de la pelota de River en mitad de cancha, por superioridad numérica y de funcionamiento.
Entonces, la idea de sumar un volante gana puntos. Fernando Gago por experiencia y el chico Almendra por dinámica son los candidatos; Edwin Cardona sería la gran sorpresa. Con Gago o Almendra colaborando con Wilmar Barrios en la contención , más una línea conformada por Nández-Pablo Pérez-Villa por delante, Boca equipararía el número de efectivo s para pelear la zona media.
Los Barros Schelotto conocen la pretensión de River de ser avasallante en el Monumental, y si bien en la ida la posesión de Boca acabó siendo levemente superior, su estilo siempre ha sido más directo. Los tándems Jara (o Buffarini)/Nández y Olaza/Villa, más el aporte de Pablo Pérez serían los refuerzos con los que contaría Ábila para inquietar a Armani.
Todo, por supuesto, son conjeturas , y pura teoría . Gallardo y Guillermo guardan bajo siete llaves sus intenciones. Faltan apenas 24 horas. Cuando mañana empiece a rodar el balón será el momento de descubrir las cartas.