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COPA LIBERTADORES

Buenos Aires, la capital mundial del fútbol

“No habrá ninguna igual, no habrá ninguna…”. La letra del tango de Homero Manzi no habla de fútbol pero le viene como anillo al dedo a una situación mágica, ideal, casi perfecta.

“No habrá ninguna igual, no habrá ninguna…”. La letra del tango de Homero Manzi no habla de fútbol pero le viene como anillo al dedo a una situación mágica, ideal, casi perfecta.
ALEJANDRO PAGNIAFP

“No habrá ninguna igual, no habrá ninguna…”. La letra del tango de Homero Manzi no habla de fútbol pero le viene como anillo al dedo a una situación mágica, ideal, casi perfecta.

En las próximas semanas –las fechas todavía están por definirse- la Copa Libertadores cerrará una etapa de 59 años de vigencia. Por última vez vivirá una final a doble partido, y el colofón no podía presentar un mejor cartel. Boca y River, primero en La Bombonera y después en el Monumental, bajarán el telón a una edición plagada de irregularidades y despropósitos, pero la sola mención de los protagonistas que alcanzaron la instancia decisiva es suficiente para borrar todo lo anterior.

Nunca antes dos equipos argentinos se habían enfrentado en una final. Solo Brasil, en 2005 y 2006, había alcanzado ese honor, pero sin llegar ni por aproximación a la dimensión de lo que significa un Superclásico en la cumbre de América.

Buenos Aires se convertirá en noviembre en la capital del fútbol mundial porque será protagonista de un hecho sin precedentes. Jamás hubo una final así. Ni un Real Madrid-Barcelona, ni un Inter-Milan, ni un Liverpool-Manchester United, ni siquiera un Flamengo-Fluminense o un Corinthians-Palmeiras. Los recientes choques entre Real Madrid y Atlético de Madrid para decidir la Champions  League son lo más cercano, pero el mundo del fútbol sabe perfectamente que no es lo mismo.

El doble enfrentamiento, con una fecha FIFA de por medio que alargará el suspenso, no es todavía oficial. Gremio de Porto Alegre presentó una queja por la participación indebida de Marcelo Gallardo en el partido del martes (bajó a los vestuarios en el entretiempo y dio órdenes a sus ayudantes desde un handy estando suspendido), y la Conmebol debe expedirse al respecto. Pero nadie duda que el castigo será personal y no alterará el resultado de la serie.

La ciudad –el país- comenzó anoche mismo a palpitar un choque que mantendrá en vilo a casi todos durante un mínimo de tres semanas. Por un lado están las cuestiones organizativas. Las fechas originales están en debate. Iban a ser el 7 y el 28 de este mes. Pero la reunión del G-20 a celebrarse en la capital porteña el 30 de noviembre obliga a modificar el horario por razones de seguridad, y el cambio incluso arrastra al encuentro de ida. 

Por otro lado, los organismos de seguridad estudian la viabilidad de contar con público visitante en ambos partidos. Al no ser un partido de Superliga, la posibilidad queda abierta aunque se estima improbable. 

Aunque nada puede compararse al cosquilleo que recorre la sociedad. Los días que vienen serán muy especiales. Los balcones quedarán embanderados de rojo y blanco o azul y amarillo. No habrá foro de whatsapp, oficina o reunión –familiar, de amigos, de trabajo…- donde no salga el tema. Memes y chicanas se multiplicarán hasta la saciedad en las redes sociales y la mordacidad cotizará en bolsa. Antes, durante y después de la final. ¿Dónde estarán los límites? En una sociedad atravesada por la violencia y la intolerancia es muy difícil diagnosticarlo. En las primeras horas los llamados a la cordura se repiten por todas partes. Los antecedentes no invitan al optimismo y habrá que estar atentos: cualquier chispa puede provocar incendios en cualquier lugar, en cualquier momento.

La serie tiene todos los ingredientes posibles. Dos equipos que llegan en alza, sólidos y convencidos. Una estadística que señala que ambos han ganado el 60% de las finales de Libertadores disputadas: Boca, 6 de 10; River, 3 de 5.

Y además, la historia reciente. La caída de River a la B Nacional, la supremacía desde que Marcelo Gallardo se hizo cargo del equipo, las victorias millonarias en las series de la Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015, los triunfos de este año en la Supercopa y el partido de Superliga, la posibilidad de Boca de alcanzar a Independiente como máximo ganador de la más valiosa de las Copas...

Para River, vencer a su rival de siempre es la oportunidad de tener en su mano una carta que emparde la afrenta del descenso. Para Boca, la de dar el golpe de KO definitivo, con el agregado de que todo se decidirá en la cancha del su eternoadversario.

Buenos Aires se prepara para un acontecimiento único e incomparable. El fútbol del mundo no podrá despegar sus ojos de la más austral de las capitales del planeta. Porque tal como ya lo dijo Homero Manzi, como esta final no habrá ninguna igual, no habrá ninguna…