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COPA LIBERTADORES

El triunfo de River pone a prueba la fortaleza psíquica de Boca

De pronto, cuando estaba cerca la medianoche del martes, la mochila de Boca duplicó su peso. River le ganaba a Gremio en un partido agónico y ya estaba en la final.

El triunfo de River pone a prueba la fortaleza psíquica de Boca

De pronto, cuando estaba cerca la medianoche del martes, la mochila de Boca duplicó su peso. No demasiado lejos del hotel de San Pablo donde la delegación xeneize espera su partido de esta noche ante Palmeiras por la segunda semifinal de la Copa Libertadores, de manera imprevista River daba vuelta sobre la bocina su serie contra Gremio y lo que hasta entonces era un simple duelo futbolístico a dirimir frente al equipo de Felipe Scolari se convirtió en una prueba mayúscula de personalidad.

Las camisetas de determinados clubes en el mundo están impregnadas de historia, de carácter, de eso que en la Argentina suele denominarse mística. Pero en cierta medida es una afirmación falaz. No alcanza con los colores para dotar de fortaleza emocional a un grupo de jugadores, y la realidad es que desde que comenzó el ciclo de Marcelo Gallardo como técnico de River, todo aquello que siempre caracterizó a Boca y que se agigantó en los años con Carlos Bianchi en el banco parece haber cruzado hacia la otra vereda.

River, de un tiempo a esta parte, es una piedra de considerable tamaño en el zapato de Boca. No se trata de una impresión subjetiva: lo dicen los fríos números de la estadística. Más aún en enfrentamientos por series cortas o finales, donde la superioridad es absoluta. El gran interrogante es si ese dato de la realidad puede pesar en el encuentro de hoy en el Allianz Parque de la capital paulista.

La semana pasada, en los partidos de ida, la situación era exactamente inversa. River había perdido 0-1 24 horas antes del choque en La Bombonera, y el resultado fue tomado con un alivio para los intereses de un plantel que soporta la enorme presión de la falta de crédito: lo suyo es título o fracaso, sin estaciones intermedias. Una opción que se multiplicaría hasta el infinito si la final lo enfrentara al rival de toda la vida. Desde anoche, la victoria de River ofrece solo esa posibilidad en el camino hacia la Copa.

El encuentro de hoy obliga entonces a otro tipo de análisis. Ya no vale con el estudio puramente futbolístico. Si plantarse en mitad de cancha o agruparse más cerca del área para aprovechar la velocidad de Villa y Pavón en el contraataque, si reforzar el corazón de la defensa para rechazar los ollazos o las bandas para evitar que se tiren centros que compliquen a Rossi.

Ahora juega otro factor, el psíquico, justamente un aspecto que lleva unas cuantas temporadas despertando sospechas en todo el Mundo Boca. La caída ante Independiente del Valle hace dos años y, sobre todo, los repetidos tropiezos frente a los dirigidos por Gallardo han debilitado la confianza externa en la dureza mental de los actuales jugadores xeneizes, como si un halo de debilidad se hubiese posado sobre la vieja e impenetrable coraza boquense. De hecho, Rossi, Jara, Magallán, Pablo Pérez o Pavón ya han vivido situaciones límite como la que afrontarán en cancha de Palmeiras, con resultados poco satisfactorios.

Los agónicos goles de Darío Benedetto fueron una inyección de moral para la fe de un grupo de futbolistas que hace siete días no solo se vieron en la gran final sino que intuyeron que no el rival no sería el peor posible. Pero de pronto River ganó y la situación giró 180 grados. La presión creció hasta el infinito, por las dificultades para superar esta serie y por lo que espera a la vuelta de la esquina.

La táctica y la estrategia siguen siendo importantes. Aunque desde anoche, y en buena medida, el destino de este Boca dubitativo dependerá de la capacidad que enseñe para manejar emocionalmente el nuevo escenario que se le presentó cuando nadie lo esperaba.