River y Boca comienzan a partir de hoy su carrera en busca de lo que sería una inédita e histórica final de Copa Libertadores. Los millonarios esta noche ante Gremio , y los xeneizes mañana frente a Palmeiras , en ambos casos de local, ponen primera en pos del gran objetivo de 2018. Pero aunque hayan alcanzado esta fase con resultados convincentes, sus momentos futbolísticos y el murmullo circundante dejan verdiferencias sustanciales.
Decir que River llega mejor predispuesto a su duelo ante el vigente campeón no es hacer ningún descubrimiento. Las razones del abordaje sereno a la semifinal se encuentran tanto dentro como fuera de la cancha. Sobre el césped, y mucho más allá de la derrota del viernes ante Colón en la que Marcelo Gallardo presentó un equipo alternativo, la extensa racha de 32 partidos sin perder consolidó la confianza del equipo en un modelo de juego que sirvió para superar con éxito los obstáculos de Racing e Independiente en las etapas anteriores de la Copa.
Más cauteloso en el Cilindro, con la pretemporada todavía sobre las piernas y la expulsión de Ponzio que condicionó al equipo en el segundo tiempo, y muy agresivo en el resto de los partidos, River es hoy un rival incómodo para cualquiera, sobre todo en su casa.
Para hoy, la reaparición de Exequiel Palacios y Gonzalo Martínez garantiza despliegue , intensidad y explosión, a lo que se suma la calidad de Quintero , la movilidad de Scocco y Borré y la llegada de los laterales. Competitivo como ninguno en series cortas en los últimos años (también está en semifinales en Copa Argentina), el conjunto del Muñeco tiene un plan claro y buenos ejecutores para llevarlo a cabo.
En la vereda de enfrente el panorama es distinto, aunque los resultados hayan sido semejantes. El juego de Boca no ha convencido a nadie, ni siquiera a sus propios hinchas , prácticamente en todo el semestre, y el equipo suele depender más de los aciertos individuales de alguno de sus jugadores de jerarquía que del funcionamiento colectivo.
Mauro Zárate , que ha marcado goles importantes en las etapas anteriores de la Copa, no acaba de engancharse en la circulación, con Gago en baja forma la elaboración de fútbol escasea, el mediocampo Nández-Barrios-Pablo Pérez asegura más lucha que creatividad y al equipo le cuesta alimentar a los delanteros de manera convincente. Las dudas de Agustín Rossi en el arco y las sospechas que despiertan las decisiones de Guillermo Barros Schelotto en el banco completan un combo con demasiadas lagunas.
Afuera de la cancha, el paisaje se repite. En Núñez todo es calma . Gallardo goza de crédito ilimitado, y si bien la Libertadores es el sueño de todos, no ganarla significaría nada más que una frustración pasajera. En la Boca, todo lo que no sea levantar la séptima Copa tendrá consecuencias de fin de ciclo. La continuidad de los Mellizos está en el aire, incluso con el título abajo del brazo, pero una derrota ahondará un caldo interno que roza la ebullición.
De ocurrir una nueva decepción continental, desde la dirigencia cambiaría la óptica hacia el futuro de varios jugadores. La lista de posibles marchas es larga y con causas repartidas: bajo rendimiento, necesidad de sumar dólares y razones particulares . Cristian Pavón, Lisandro Magallán y Wilmar Barrios encabezan el rubro de los negociables, Edwin Cardona volverá a México ya que no se hará uso de la opción de compra, la situación de Gago y Pablo Pérez quedaría en entredicho y, sobre todo, Carlos Tevez podría acelerar su adiós definitivo luego de sentirse relegado a un lejano segundo plano durante buena parte del año.
Como se ve, no solo la posibilidad de encontrarse en la final se pone en juego esta noche para los dos clubes más grandes de la Argentina . Para uno, la Libertadores no sería más que añadir una nueva corona a un ciclo plagado de éxitos. Para el otro, es el único resultado posible para detener un tsunami que amenaza desde el horizonte.
No habrá que esperar mucho: en apenas una semana tendremos la solución a todos los enigmas.