JUEGOS DE LA JUVENTUD
Las Kamikazes se ganaron el corazón de todos en los Juegos
Leticia Brunati armó un equipo que hizo historia en el deporte argentino y en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018.
¨No ganamos nada. No crean que ya tenemos la medalla de plata. No quiero que ninguna crea que ya ganamos. Nosotras vamos a competir por la medalla de oro. Imagínense la bandera Argentina en el mástil más alto en la premiación. Porque eso es lo que vamos a conseguir¨.
Leticia Brunati armó un equipo que hizo historia en el deporte argentino y en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018. Y esa fue su arenga, antes de que sus jugadoras disputaran la final frente a Croacia. La entrenadora encontró en sus jóvenes jugadoras el valor realizar grandes esfuerzos y para competir en el más alto nivel. El apodo se escribe para ellas en plural, como se escriben los nombres de los grandes equipos. La foto del éxito, es la postal final de un camino imperfecto, lleno de dificultades por la falta de apoyo que tuvo el deporte en sus comienzos, que no se correspondió en muchos momentos, con el apoyo de las autoridades, para lograr un podio olímpico.
Las Kamikazes lograron lo impensable para los organizadores. Las tribunas del estadio donde jugaban en Parque sarmiento rebalsaron la capacidad de 1300. Familias, estudianentes y deportistas, disfrutaron de los espectaculares giros de 360 para marcar goles o los puntos de Fly.
Hasta el ex futbolista, Juampi Sorin con su familia las acompañó en cada partido. Una larga fila de 500 metros se mantuvo inalterable varias jornadas. Y los organizadores tuvieron que poner una pantalla gigante en un gimnasio aledaño, para que la gente no se perdiera las semis y la final de varones y mujeres. Por primera vez, sus partidos fueron emitidos en canales de deporte con buenas cifras de raiting. Y su logro olímpico fue portada de todos los diarios del país y los portales de noticias.
El beach handball es una disciplina nueva, desconocida para el gran público argentino, hasta los Juegos. Y ellas conmovieron en cada presentación con una impactante destreza física, carácter, y alegría para afrontar la competencia. La polémica y los prejuicios de algunos comunicadores sobre su vestimenta, el colalés que usan para competir por comodidad, no hizo más que ayudar a la difusión del deporte, darlas a conocer. Y abrir el debate en torno al deporte femenino.
Pero el camino que recorrieron Leticia, y sus colaboradores Sebastián, Andrés, y las jugadoras, antes de conseguir el oro fue un camino plagado de dificultades y obstáculos del cual salieron fortalecidas como equipo.
La vida deportiva de la entrenadora, Leticia Brunati, había comenzado a los siete años como jugadora de balonmano, hasta convertirse en profesional. Dos operaciones de rodilla y otras lesiones, la obligaron a retirarse. Se recibió de profesora de educación física y entrenadora. Trabajó en escuelas y en clubes promoviendo el deporte, su pasión.
Solo faltaba que en su vida apareciera un deporte ignoto, para que Leti pudiera plasmar todo su amor por la docencia, en el trabajo y la disciplina en un equipo. Pero el camino a la medalla estuvo plagado de dificultades. Para empezar no existía hace tres años una cancha donde entrenar. Y comenzaron a hacerlo en una de arena y tierra, llena de piedras, cuyos arcos no tenían redes en Parque Sarmiento; el mismo parque donde fueron campeonas olímpicas.
El mote de las Kamikazes nace de un periodista que se volcó ad honorem a contar la historia de estas chicas, desde el inicio, y que las vio practicar el deporte en la hostil superficie de una cancha que no era a prueba de lesiones. Eran las mayores las que pasaron las peores penurias y arriesgaron sus pies a las piedras con el deseo de jugar y convertirse en potencia.
Desde hace tres años, Leti armaba los arcos en cada entrenamiento. La canchita de arena no tenía red, y después de cada remate, la pelota se iba a la China. La arena estaba fría, sucia, muchas veces llena de agua. Tenía piedras y era un desafío sortearlas para saltar con los pies descalzos. Y en invierno el frío entumecía el cuerpo hasta la cintura. Tampoco había luz, y los entrenamientos siempre terminaban a oscuras. Y si llovía, entrenaban bajo la lluvia.
Pero sus jugadoras y ella estaban ahí, convenidas de que podrían llevar el deporte a lo más alto. Soñando y sufriendo. Muchas veces lloró la entrenadora, cuentan, por no poder contar siquiera con asistencia médica para sus chicas. Aveces ni una aspirina, tampoco vendas. Ha comprado ella redes o las pelotas para entrenar. E incluso ha buscado la diseñadora que confeccionara la ropa para que sus jugadoras tuvieran un uniforme para competir y representar a la Argentina en el exterior. Quería que ellas tuvieran vistieran acorde a su representatividad. Así que muchas veces, pagó de su bolsillo los tops de las chicas. Por suerte en otras, encontró en los padres y las madres de sus jugadoras el apoyo que necesitaban y la contención; incluso para lavarles el único conjunto que tenían para competir en los torneos.
Leti recorrió todo el país reclutando chicas del handball indor, viajando, con el convencimiento de que a partir del beach iba a hacer crecer el Handball femenino. Claro no había dinero aveces para traerlas a entrenar a Buenos Aires, o no había donde hospedarlas, así que aveces su casa de transformó en un hotel de deportistas.
Con paciencia y mucha dedicación les enseñó a sus jugadoras la técnica del deporte. Puso énfasis en pulir cada giro, cada pase, cada salto. Les enseñó de estrategia, y les mostró videos para que replicaran en la cancha algunas jugadas. Y ella dedicó muchas horas entre su trabajo de docente, a convertirse en mejor entrenadora. Leer. Hablar con especialistas, ver muchos partidos de equipos potencia, analizarlos. Pero siempre tuvo en claro una cosa: más allá del éxito o no deportivo, sus jugadoras debían ser ejemplo de profesionalismo, de compañerismo, de solidaridad. ¨Uno trabaja para el éxito deportivo. Lo desea. Le dedica su vida. Pero, ¿qué es el fracaso? El fracaso es más formativo que el éxito porque te obliga a aprender, a buscar los caminos para ser mejor. A ser humilde. El éxito es efímero, aunque un premio al esfuerzo realizado¨, dice siempre.
Y viajaron a medirse con las mejores. Al principio en condiciones precarias, en hoteles de medio pelo, en transportes que ellas mismas rentaban, hasta que aparecieron el apoyo del Enard y la Secretaria de Deportes. Y fueron sumando mejores condiciones para el desarrollo del deporte. Y creciendo en podios y en medallas. También perdiendo partidos. El roce internacional les dio más conocimiento y ayudó a formar el cáracter competitivo, hasta meterse terceras entre los siete mejores equipos del mundo en unos World Games.
Ya eran un equipo, y desde hace dos años se concentraron en lograr la gloria olímpica. Dejaron de salir los fines de semana para entrenarse. Algunas se llevaban a la concentración los apuntes para estudiar las materias que debían rendir. Cambiaron su alimentación. Cumplieron al pie de la letra con los entrenamientos fiscos de Andrés. Y abandonaron las fiestas de egresados, las fiestas de cumpleaños de sus familiares y amigos para convertirse en un equipo respetable en el circuito del deporte.
El oro olímpico es el premio. Pero el legado es el trabajo realizado para conseguir una medalla, que debe servir de inspiración para los jóvenes y para que las autoridades brinden más apoyo, para que el deporte continúe creciendo.
Ellas ya se ganaron el respeto y el cariño de los deportistas argentinos y del público, por el esfuerzo, el espíritu de superación, y los valores que transmiten. Las Kamikazes serán recordadas como el equipo que llevó a los más alto al handball argentino y que en la arena escribió su nombre en la historia grande del deporte del país.