Rosario Central y Newell’s deben disputar el choque más atractivo de los cuartos de final de la Copa Argentina . Un clásico que promete máxima tensión y tiene en vilo a la ciudad de la Bandera pero que hasta hoy no encuentra ni fecha ni hora ni sede para jugarse. Los dirigentes de ambos clubes solo se pusieron de acuerdo en que habrá hinchas de los dos equipos (la última vez fue en 2010), pero siguen discutiendo por todo lo demás. Y Torneos , la empresa organizadora de la competición, demora la decisión definitiva.
Lo peor del caso es que semejante desprolijidad ya ni siquiera sorprende en un fútbol que permanentemente se boicotea a sí mismo. La Copa Argentina , un certamen que va creciendo año en año en interés y popularidad, lo hace creando un desmadre de calendario que dificulta muchísimo su seguimiento y afecta directamente a su seriedad.
Los propios clubes tienen voz y voto en las decisiones –con especial énfasis en los casos de River y Boca , cuyos entrenadores son consultados antes de definir día y lugar de sus partidos-, sin importar demasiado los perjuicios que puedan ocasionarse a las otras instituciones, y así van sucediéndose situaciones grotescas.
La amenaza de no presentación de Sarmiento de Resistencia el domingo pasado en el duelo ante River fue el anteúltimo episodio en ese sentido. De la noche a la mañana, y por pedido del equipo de Gallardo , el partido fue adelantado respecto a la fecha original que tenía programada, y el equipo chaqueño se vio forzado a alterar su fixture en el Federal A y a un sobreesfuerzo físico que amplió aún más la brecha lógica entre conjuntos con dos categorías de diferencia.
Para terminar de ganarse la seriedad que merece, esta Copa que permite a los clubes más modestos asomarse a la pantalla grande del fútbol nacional debería tener un calendario establecido con anterioridad, con fechas fijas de juego y de obligado cumplimiento, como ocurre en casi todos los países que cuentan con una competición similar. Pero nada de esto sucede.
Así, mientras Newell’s quiere jugar el clásico el miércoles 17 como fecha más tardía, Central arguye la ausencia del chileno Parot , convocado por su selección, para retrasarlo todo lo que pueda recuperar algunos jugadores lesionados que no podrían estos en los próximos días. Y nadie decide dónde jugar. Si en Rosario sorteando el estadio; si en cancha de Colón, donde hay concejales de la ciudad que ya se expresaron en contra de albergar el partido; o quizás en Córdoba, con todos los problemas de logística que significaría el traslado de las dos hinchadas.
Por supuesto, la Copa Argentina no es la excepción. La pasividad y resignación de la AFA para aceptar la baja de jugadores locales en la convocatoria hecha por Lionel Scaloni para los encuentros ante Irak y Brasil se inscriben en la misma línea de “nomeimportismo”. Incluso arriesgándose a que un resultado adverso ante el equipo de Neymar y compañía tire por la borda la idea que ronda la sede de Viamonte de sostener al técnico más allá de fin de año.
Ni siquiera la Superliga , con su halo de superprofesionalidad, se escapa del esquema general, porque en lugar de fiscalizar previamente un espectáculo que se pretende sea de primer nivel, solo reacciona cuando las cosas ya han ocurrido. Como ocurre con el mal estado de un campo de juego, las protestas desaforadas de los técnicos o las paupérrimas prestaciones de los árbitros. O la confección del calendario de acuerdo a criterios muchas veces inexplicables.
¿El último ejemplo? Ayer anunció el fixture para las próximascuatro jornadas. En la siguiente a la fecha FIFA , se estableció que San Lorenzo reciba a San Martín de San Juan el lunes 22 a las 21 horas, cuando hace más de un año que el club de Boedo le ha pedido expresamente a la AFA y a Conmebol no jugar en su cancha por la noche debido a la inseguridad de la zona donde se levanta el Nuevo Gasómetro .
Lo dicho. El fútbol argentino se boicotea a sí mismo y solo es coherente en una cosa: no hay asunto ni competición que queden exentos del descalabro.