Llegó la hora para Argentina . Y llegó la hora, sobre todo, para Lionel Messi . Cuando mañana se ponga en juego la pelota en el estadio del Spartak de Moscú , además del debut de la selección en Rusia 2018 , el mejor futbolista del planeta –tal vez incluso de la historia de este deporte- comenzará a disputar su cuarto Mundial , posiblemente el último de su carrera, la chance final para conquistar el título que le falta y completar una sala de trofeos incomparable.
A punto de cumplir 31 años, el capitán de la albiceleste aborda la cita rusa con un nivel de preparación física y mental como nunca antes había tenido. Después del mazazo que significó la derrota en la final de Maracaná en 2014 y los múltiples golpes recibidos durante la etapa clasificatoria, Messi afronta el desafío después de una temporada impecable, en la que entre otros logros llevó al Barcelona a la conquista de Liga y Copa en España y metió a Argentina en el Mundial con su hat-trick en la altura de Quito .
Metódico como nunca en lo que se conoce como “entrenamiento invisible”, el 10 iguala la cantidad de Copas del Mundo disputadas por Maradona (también lo hará Javier Mascherano , que contra Islandia jugará su partido 144 con la selección) en su punto óptimo de madurez futbolística y emocional. Ha asumido su carácter de líder sin estridencias. No se alejó un centímetro de sus amigos de siempre, pero se preocupó especialmente de contagiar y estimular a los más jóvenes , invitándolos a atreverse y jugar.
Es un Messi muy diferente al de anteriores citas. Debió sobreponerse a un sinfín de sinsabores en estos cuatro años, con amague de renuncia incluido, y ha crecido como futbolista, agregándole a su juego aristas desconocidas en otros tiempos. La pregunta es si le alcanzará para compensar todas las desprolijidades que cometió Argentina desde Brasil hasta ahora.
Messi ha sido el eslabón perfecto para unir las dos generaciones que conviven en el mix que armó Sampaoli . En su gran prueba como técnico, aunque con la experiencia de hace cuatro años al frente de Chile , el entrenador de Casilda propuso una renovación a medias. Respetó a la mayoría de aquellos que se quedaron a las puertas de tres títulos pero añadió frescura, recuperando a jugadores como Otamendi (hoy, el otro con mando en la cancha), Mercado y Banega , pero sobre todo dándole espacio a los Meza , Salvio , Tagliafico, Pavón o Lo Celso .
Le faltó a Sampaoli , seguramente, tiempo para aceitar los mecanismos que siempre pretende que tengan sus equipos. No hubo ningún partido amistoso medianamente serio luego del 1-6 ante España en marzo y las incertidumbres sobrevolaron durante meses. Pero de puertas adentro hay coincidencia de que se hizo una buena preparación final y, por encima de todo, de que se logró una unión que multiplica las fuerzas y las ambiciones, superando incluso los obstáculos de las lesiones de Romero y Lanzini .
Con cuatro debutantes en Mundiales , la obligación de empezar ganando ante un rival, Islandia, sin nada que perder y que saldrá a esperar y cerrar los caminos, Argentina pone en marcha una nueva ilusión. Para muchos de sus integrantes será el momento de acabar con 1.434 días de espera en busca de la revancha tras aquella derrota con Alemania en Río de Janeiro , el comienzo de su última oportunidad para gritar campeones.
Llegó la hora de salir a la cancha para Argentina . Le faltan muchas cosas, carece de una estructura de equipo como pueden enseñar otros favoritos al título. Pero cuenta con Lionel Messi como bandera, y ninguna otra selección del mundo tiene un estandarte más poderoso…