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Maxi Meza, el polifuncional que nunca deja de aprender

El futbolista de Independiente se ha ganado un puesto entre la lista final de Jorge Sampaoli a pesar de la gran competencia que existe en la zona ofensiva.

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El futbolista de Independiente se ha ganado un puesto entre la lista final de Jorge Sampaoli a pesar de la gran competencia que existe en la zona ofensiva.

En idioma guaraní Caá Catí significa algo así como “hierbas aromáticas”. Según parece, la menta, el romero, la albahaca y el orégano le daban una fragancia especial a la zona y motivaron que los indios guaraníes le dieran ese nombre a lo que siglos más tarde sería un pueblo de la provincia de Corrientes. Cambá Porá, a su vez, podría ser el equivalente a “espíritus o fantasmas de negros”, aunque en esto hay bastante debate. Pero además es el nombre de un club de fútbol, uno de los más fuertes de la región.

Maximiliano Meza no es negro pero sí bien morocho, nació en Caá Catí, comenzó a jugar en Cambá Porá y desde que Jorge Sampaoli lo incluyó entre los 23 jugadores que defenderán la camiseta de la selección Argentina en Rusia 2018 su futuro a corto plazo no puede oler mejor ni más fresco.

“En el fútbol las cosas lindas que pasan son pocas y en cambio hay muchas cosas feas. Hoy estoy viviendo un momento único. Voy a cumplir el sueño que tenía de chico y quiero disfrutarlo”, decía el hombre de Independiente que ocupó uno de los pocos sitios que quedaban en duda para completar el plantel que el 30 de junio partirá hacia Europa con destino final en los alrededores de Moscú.

Meza es polifuncional y nos puede dar muchas variantes”, fue la escueta frase que con la que el técnico de Casilda explicó porqué el 8 del Rey de Copas le ganó la pulseada a quienes pugnaban por hacerse un sitio en el avión al Mundial. En realidad, tampoco descubrió nada.

Volante ofensivo o enganche en sus tiempos infantiles del Cambá Porá (donde coincidió con el Keko Villalva, el ex de River), puntero pegado a la raya cuando se dio a conocer en Primera División jugando para Gimnasia a partir de 2013, Maxi Meza fue agregándole piezas a su estructura futbolística de manera constante, abriendo el abanico de posibilidades para ocupar diferentes lugares en la cancha.

“En los primeros partidos que jugamos en pretemporada, cuando llegué al club, me dijo que se sentía más cómodo jugando por afuera”, recordaba hoy mismo Ariel Holan, su técnico en el Rojo, “pero está picado por el bichito de la superación y supo abrir su cabeza para jugar en diferentes posiciones”. La sociedad comenzó a dar sus frutos relativamente rápido. “Holan me ayudó a mejorar”, sostuvo más de una vez el hijo de quien hasta hace poco había sido la máxima figura en la historia del Cambá Porá (Eduardo, el padre de Maxi, jugó hasta los 45 años en el equipo de Primera de la institución).

Fue esa mezcla entre la intuición del entrenador para darse cuenta que tenía en su equipo un diamante por pulir, y la ambición del jugador por absorber lo que le enseñaban la que acabó dando como fruto un futbolista con la inteligencia suficiente para rendir ahí donde el equipo lo necesite. En el último año con Independiente, Meza fue alternativamente puntero por derecha o izquierda, segundo delantero por detrás del 9, doble 5 adelantado, volante interior y hasta en alguna ocasión lateral derecho. En ninguno de esos puestos decepcionó y por eso llamó la atención de Sampaoli.

El protagonista, sin embargo, prefiere apuntarse otros méritos: “Una de mis mayores virtudes es ser fuerte de la cabeza. Siempre que me caí me volví a levantar para salir adelante. Hoy siento algo muy especial cuando los que más me conocen me mandan mensajes para decirme que me merezco esto que me está pasando”, dice sin dejar de sonreír.

Talento natural, capacidad para absorber conocimientos, fortaleza mental -”y regularidad, la que gané a partir del nacimiento de mi hijo”, agrega- llevaron a Meza a no desaprovechar la oportunidad que le dio Sampaoli en marzo, cuando lo llevó a los amistosos de la selección con Italia y España. El correntino no jugó contra la azzurra, pero en cada entrenamiento sus progresos eran evidentes: ”Aprendí muchísimo en esos días. Pude ver las diferencias que hay entre los que están en Europa y los que estamos acá, me di cuenta que allá hace falta pensar un segundo antes de recibir la pelota para decidir rápido”-, y en la negra noche del 1-6 contra España fue el único que recogió elogios y se salvó de la crítica general.

En esos días en Manchester y Madrid, Maxi Meza terminó de sacar la luz de ventaja sobre los demás para hacerse un hueco entre los 23 que irán a Rusia. Por eso hoy su futuro huele tan bien como ya lo hacía su tierra de Caá Catí en tiempos de los guaraníes.