SELECCIÓN
Pavón, el que quería ser Messi y ahora pica a buscar sus pases
Cristian Pavón, “Kichán” o “El Gordo” no es Messi, y muy posiblemente nunca lo sea. Pero dentro de menos de un mes estará en Rusia cantando el himno junto a él.
“Kichán”, “El Gordo”, Cristian... Tres maneras diferentes para referirse a una misma persona, a un mismo soñador. Las historias de los futbolistas suelen tener un lugar común: la lucha, la perseverancia, las ilusiones y el esfuerzo por llegar a destacarse, por alcanzar la Primera división, por ser tapa de los diarios y notas en televisión. La de “Kichán”, “El Gordo” o Cristian se parece a todas ellas. Tiene obsesiones y obstáculos, peldaños que se suben y algunos que se bajan hasta que se alcanza la cumbre.
Pero la de Cristian Pavón posee un punto que la distingue. La niñez es terreno fecundo para las idolatrías y las idolatrías a esa edad no se quedan en la simple admiración, ni siquiera en la pretensión de “parecerse a”, sino que alcanzan el punto de soñar “ser” la persona idolatrada. Y de chico, el 7 de Boca que estará en el Mundial de Rusia con la camiseta argentina quería “ser Messi”.
A veces la velocidad de los hechos impide tomar nota de algunas cuestiones. Por ejemplo, de la distancia en edad que puede separar a dos jugadores del mismo plantel. Lo cierto es que “El Gordo” (apodo que se ganó por goloso entre sus compañeros de Boca) tenía apenas siete años cuando Leo ganaba su primer gran trofeo: el Mundial sub20 de Holanda. El jugador que deleitaba al mundo partido tras partido con la camiseta blaugrana pasó entonces a ser su referencia, el ídolo a imitar, la meta adonde llegar.
Los caminos para “ser Messi”, como suele suceder, no fueron sencillos. Hubo una primera interrupción cuando la economía familiar le reclamó dejar de ir a los entrenamientos de Talleres, ya que no había capacidad para sufragar el ida y vuelta entre Anisacate, el pueblo donde vivía, con la capital de la Docta, distante 50 kilómetros. Como los hermanos mayores, también futbolistas, estaban más cerca de la Primera en sus clubes, se decidió que fuera el más chico quien dejara de entrenar.
No ocurrió. Una familia amiga se hizo cargo de llevarlo y traerlo. El pibe que corría como el viento y gambeteaba sin parar siguió abriendo surcos en las canchas auxiliares de la “T” hasta que debutó en el equipo mayor y comenzó a llamar la atención más allá de Córdoba. Fernando Hidalgo ya era su representante y se lo recomendó a Daniel Angelici, que decidió apostar por el chico que prometía desbordes y goles. Ni siquiera le importó su confeso amor por los colores de River. En definitiva, tampoco sería el primer caso de un hincha de uno de los grandes que triunfa con la camiseta del eterno rival.
Calzarse la casaca auriazul también le costó lo suyo a Pavón. Hubo un préstamo y un paso previo por Colón de Santa Fe con festejo de ascenso incluido, también algún contratiempo familiar que interrumpió el proceso de consolidación. El resto ya es historia más o menos conocida. El regreso a Boca, la resistencia de la hinchada, que no le perdonaba su atolondramiento en el momento de cerrar las jugadas, la confianza absoluta que depositó en él Guillermo Barros Schelotto y por fin, la selección y el sueño cumplido.
Cristian Pavón, “Kichán” o “El Gordo” no es Messi, y muy posiblemente nunca lo sea. Pero dentro de menos de un mes estará en Rusia cantando el himno junto a él, picando al vacío para que su ídolo le tire la cortada perfecta para ganar la línea de fondo y tirar el centro atrás, buscándolo en paredes... A veces, la perseverancia, la ilusión, el esfuerzo y la capacidad para superar los obstáculos tienen premio. Y si no, que se lo pregunten al pibe que dormía abrazado a una pelota y jugaba descalzo en los potreros de Anisacate.