COPA LIBERTADORES
Libertadores: lo que se esconde detrás de una sonrisa engañosa
Desde la superioridad demostrada por Racing hasta el sufrimiento de Boca o el Rojo, pasando por el comienzo titubeante de River o las derrotas iniciales del Decano.
Abrumado por las críticas que apuntan a su organización, al juego, a los arbitrajes y a casi cada aspecto relacionado con su universo, y más allá de todos sus pesares, el fútbol argentino va camino de poder exhibir una sonrisa bien ancha a menos de un mes del comienzo del Mundial. La responsable tiene nombre propio y se llama Copa Libertadores.
Anoche, Atlético Tucumán vivió un momento inolvidable en Asunción. El 0-0 ante Libertad le dio por primera vez el pase a octavos de final, sumándose a Boca, que lo consiguió el miércoles, y a Racing y River, clasificados hace un par de semanas. Un rato más tarde, Independiente rescató un punto clave en Bogotá frente a Millonarios y llega a la última fecha con todo a favor para agregarse a este grupo. Le basta para lograrlo con vencer el jueves en Avellaneda al flojo Deportivo Lara de Venezuela (ayer Corinthians le hizo 7 goles en Barquisimeto). El pleno lo puede completar Estudiantes, aunque su empresa es más complicada ya que está obligado a derrotar a Nacional de Montevideo por más de un gol de diferencia, pero el partido del día 23 se juega en La Plata y el Pincha tiene una larga historia copera que le abre el crédito.
Si se analiza caso por caso, hay para todos los gustos. Desde la superioridad demostrada por Racing desde el primer partido hasta el sufrimiento de Boca o el Rojo, pasando por el comienzo titubeante de River o las derrotas iniciales del Decano, que cambió el rumbo a tiempo con tres triunfos al hilo.
Pero los resultados no lo explican todo y cabe analizar hasta dónde los equipos argentinos se hacen fuertes en el continente por el valor de su juego. Mirado desde ese costado empiezan a aflorar las dudas. Porque salvo las goleadas de la Academia en Avellaneda frente a Cruzeiro y Vasco da Gama, el impecable primer tiempo de Independiente en San Pablo ante Corinthians y el muy buen partido de los tucumanos contra Peñarol, el resto se recostó antes en el sudor y el esfuerzo que en el nivel futbolístico.
El nivel general ha descendido en Sudamérica. Las principales figuras de todos los países emigran, a Europa, México, Estados Unidos o China, y el juego se queda sin intérpretes válidos que lo sostengan, entonces no hacen falta demasiados méritos para sacar diferencias. En ese contexto, brasileños y argentinos parten con ventaja, porque tienen más tradición y mayores posibilidades de recambio de las figuras que se van.
Basta entonces con un par de brochazos de calidad y el peso de las camisetas para desembarazarse de los equipos peruanos, ecuatorianos, chilenos y en los últimos años también uruguayos que en nada responden a los que alguna vez fueron grandes protagonistas de la Copa.
Poco queda de aquellas escuadras de Peñarol y Nacional que se hacían respetar y ganaban o al menos peleaban los títulos. No corren buenos tiempos para los Colo Colo, Olimpia y Universitario de Lima, ni siquiera para algunos clubes que animaron la Libertadores en tiempos más recientes, como Barcelona y Liga de Quito. Así, todo queda a merced de argentinos y brasileños, que se imponen por simple peso específico, quizás con Atlético Nacional de Medellín como único obstáculo serio.
Salvo Vasco da Gama, los otros seis equipos de Brasil estarán en octavos, la mayoría como campeones de grupo, la mayoría sin haber ofrecido un fútbol de altura al margen de algunas goleadas puntuales. Si Independiente cumple con su tarea y Estudiantes es fiel a su historia la semana que viene habrá otros seis argentinos.
La Libertadores, lentamente, se va convirtiendo en un duelo Argentina-Brasil a gran escala por simple desmoronamiento del resto. Sirve para dibujar una sonrisa ancha pero no debería engañar a nadie: no es más que la alegría del tuerto en un país, o un continente, donde cada vez hay más ciegos.