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ARGENTINA

El fútbol argentino se embarra

Ni la AFA ni la Superliga ni nadie fue responsable de la brutal tormenta que sacudió Buenos Aires, pero sí de todo lo que ocurrió a continuación.

Actualizado a
Ni la AFA ni la Superliga ni nadie fue responsable de la brutal tormenta que sacudió Buenos Aires, pero sí de todo lo que ocurrió a continuación.
ALEJANDRO PAGNIAFP

Ni la AFA ni la Superliga ni nadie fue responsable de la brutal tormenta que sacudió Buenos Aires y sus alrededores entre la noche del sábado y la mañana del domingo. Pero sí de todo lo que ocurrió a continuación y que ayudó a hundir un poquito más -si cabe- el prestigio y la credibilidad del ya demasiado golpeado fútbol argentino.

La jornada dominical debía arrancar con el encuentro más trascendente del día. Boca, después de su caída entre semana ante el Palmeiras y tres días antes de su vital choque frente a Junior en Barranquilla por Copa Libertadores y con Godoy Cruz a solo tres puntos de distancia, visitaba a Gimnasia en el Bosque con la necesidad de ganar para recuperar las seis unidades de ventaja y con dos jornadas por delante garantizarse como mínimo un partido de desempate.

La narración de cómo sucedieron los hechos exime de comentarios. Facundo Tello, árbitro designado y según las reglas única autoridad designada para decidir si un encuentro debe jugarse o ser suspendido, recorrió el campo algo más de media hora antes de la indicada para el inicio: “La cancha nos propone arrancar”, dijo. Reunió a dirigentes y capitanes de ambos equipos en el vestuario, volvió a hacer una ronda de reconocimiento, y sin que mediara diluvio alguno entre un paseo y otro, decidió que era mejor “proteger la salud de los jugadores” y no permitir que “el agua sea protagonista en un momento tan delicado del campeonato”.

Un rato antes, al salir del camarín, mientras Fabián Rinaudo, capitán del Lobo, mostraba su fastidio, Juan Carlos Crespi, el veterano dirigente de Boca que en su día se jactó por el “éxito” del sorteo del Mundial de Brasil, guiñaba el ojo en un gesto a medio camino entre la picardía y la satisfacción de una misión cumplida.

A los xeneizes les convenía no exponer a sus hombres al desgaste de un partido en cancha pesada 72 horas antes de jugarse su continuidad en la Libertadores. La suspensión era lo mejor que podía pasarles. Los periodistas presentes en la cancha de Gimnasia disienten en sus versiones sobre el estado del campo. Para algunos estaba apto, para otros era un peligro y desvirtuaría el partido (como si fuera la primera vez que pasara). El hashtag #AFABostera se convirtió en trending topic en cuestión de minutos.

Apenas un par de horas más tarde, la propia Superliga, sin ningún tipo de revisión del estado de la cancha, decidió también suspender Racing-Arsenal, que debía celebrarse a las 20 horas. La razón esgrimida fue que el tiempo amenazaba con más lluvia y evitar el desplazamiento del público si después no se podía jugar. Las dudas fueron inevitables. La Academia también tiene esta semana un partido importante por el trofeo continental, y Víctor Blanco, el dirigente más cercano al actual poder de la AFA, vio que el río estaba lo suficientemente revuelto como para tirar la caña, y sacó una buena pesca.

Ambos encuentros se disputarán el miércoles 9, es decir, antes de la última fecha del torneo. Quizás para entonces Boca ya sea campeón y Racing ya esté clasificado para octavos de final de la Copa. O tal vez no, pero mientras tanto ambos habrán ganado tiempo.

Por la noche, el árbitro Tello aseguró que “los dos, Gimnasia y Boca querían jugar”, y que tomó la decisión por su cuenta: “Nadie me presionó”. Resulta difícil creerle. Sus propias palabras y el idioma gestual de RinauBdo y Crespi lo desmienten. Lo que se dijo en la reunión del vestuario y las llamadas telefónicas que pudieron realizarse en esos minutos por el momento pertenecen al terreno de las conjeturas. Claudio Chiqui Tapia, mientras tanto, se desmarcó del asunto, “es potestad de la Superliga”. En todo caso, ya nada pudo reparar la desprolijidad y el engendro.

Sospecha a sospecha, arbitraje tras arbitraje, decisión tras decisión, una semana sí y la siguiente también, con tormenta o sin ella, ni la “nueva AFA” ni la flamante Superliga logran evitar que la organización y el prestigio del fútbol argentino se hundan cada vez un poco más en el barro.