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BOCA JUNIORS

Boca y las dos caras del día 501

El Xeneize muestra dos versiones muy distintas en Superliga y Copa Libertadores. Podría ganar la primera y quedar eliminado de la segunda la próxima semana.

Actualizado a
Boca y las dos caras del día 501
JUAN MABROMATAAFP

Boca celebró los 500 días ininterrumpidos como puntero del torneo argentino complicándose, mucho, la continuidad en la Copa Libertadores. La derrota de anoche ante Palmeiras (0-2 en La Bombonera) lo deja en una insólita posición de ambivalencia: puede festejar el bicampeonato en la Superliga en el día 504 y tirar por la borda el gran objetivo del año en el 507.

Para que quede claro, si Godoy Cruz no gana el clásico cuyano ante San Martín de San Juan el viernes y el equipo de la Ribera vence a Gimnasia el domingo sumará una nueva estrella a su rica historia. Pero al mismo tiempo, si los colombianos de Junior derrotan hoy a Alianza Lima y el miércoles que viene a los xeneizes en Barranquilla, Boca pasará a jugar la Sudamericana en el segundo semestre, lo que sería un descalabro para la planificación anual de la institución.

¿Por qué llega a esta situación el conjunto que dirigen los Barros Schelotto? ¿Cómo se entiende semejante nivel de esquizofrenia? Es simple. Todo parte desde el juego. El que Boca tuvo en la primera parte de la Superliga, cuando Gago dirigía la orquesta y Benedetto era el dueño de los goles; el que dejó de tener a partir de sus lesiones y de las decisiones que fueron tomando los Mellizos para sustituirlos. Después, hay otros factores complementarios que ayudan a explicar la disparidad.

El juego. Hay jugadores que imponen un estilo y mejoran a los demás. Es el caso de Gago, que dentro del panorama del fútbol nuestro de cada día es irreemplazable. La lógica indicaría que si se lesiona y deja de estar se busque un sustituto lo más parecido posible para intentar mantener la línea del equipo. Guillermo, en cambio, eligió a Nández, un buen futbolista con características totalmente contrarias a Gago. A veces, peor aún, a Buffarini. Jugadores de esfuerzo pero sin criterio ni ductilidad para la gestación de juego. La coartada es que la inclusión de Tevez y Cardona obligaba a buscar cierto equilibrio en el medio. El resultado es un equipo que ataca mal y ni siquiera defiende del todo bien.

El técnico podría haberle dado confianza a Maroni, otorgarle los galones a Bebelo Reynoso o arriesgar todo y apostar decididamente por el chico Almendra, los tres con más talento para acompañar a Pablo Pérez en la construcción. Pero ninguno de ellos recibe el crédito ilimitado de los Barrios, Nández o Buffarini.

Sin juego, Boca pasó a depender exclusivamente de la calidad individual. En el medio local, la mayoría de las veces le alcanzó con el gran momento que vive Pavón, las apariciones fugaces de Tevez, algún zapatazo de Cardona o un día afortunado de Wanchope Ábila. Tampoco siempre: su estadística contra los grandes en el torneo solo registra una victoria ante River. El resto fue un polémico empate en el Nuevo Gasómetro (la tarde que la hinchada de San Lorenzo puso de moda el hit contra el Presidente de la Nación para protestar contra los árbitros) y derrotas contra Racing e Independiente.

Los factores complementarios para entender la dualidad Superliga/Libertadores pasan por la extraña confección del calendario en la Argentina. Sin competición internacional en la primera parte del torneo local, Boca sacó la ventaja que le permitió liderar el torneo con comodidad de principio a fin.

Un fixture muy favorable completa el combo. En un certamen distorsionado porque se disputa a una sola vuelta resulta clave mirar contra quiénes se juega en casa y a quiénes se visita, y en ese sentido, Boca corre con una evidente ventaja. En los últimos dos campeonatos ha sido, entre los teóricos favoritos, el que menos partidos ha jugado de visitante en el Interior. Hace dos años que no va a Córdoba, apenas una vez pisó Rosario (y cayó ante Central), no fue a Santa Fe y si va a Tucumán no va a Mendoza, o viceversa. Es histórica la dificultad de los equipos de las provincias para sacar puntos en los grandes escenarios de Buenos Aires, tan histórica como los problemas de los porteños en el Interior.

En esa distorsión se esconde buena parte del margen de distancia con el que Boca pudo navegar tranquilo por la Superliga, gestionar sus partidos sin apuros notables, exhibir con orgullo sus 501 días como líder y prepararse para festejar en el 504.

En la Copa, sin beneficios de fixture ni calendario, frente a otros rivales y con una actualidad de juego bien distinta, Boca no ha manejado con claridad ninguno de los cuatro partidos jugados. Lleva dos goles a favor y tres en contra. Todo demasiado pobre. Por eso, sencillamente, lo que vaya a ocurrir en el día 507 es una historia tan diferente.