El inglés Michael Oliver cobró penal en el minuto 93 de un Real Madrid-Juventus y un vendaval se desató en el fútbol argentino. Sí, aunque pueda sonar extraño, la globalización del fútbol promueve escenarios impensados hace apenas un par de décadas. Por ejemplo, que una jugada en un partido entre dos equipos que tienen sus sedes a más de 10.000 kilómetros de distancia sea objeto de debates encendidos como si se hubiese decidido el destino de una final o un clásico local.
La discusión si la decisión del árbitro británico fue acertada o no comenzó desde el mismo momento que hizo sonar su silbato y señaló el centro del área. Por lo que se estaba jugando en ese instante, porque la acción puede interpretarse de diversas maneras -”En un examen de FIFA es penal, sin duda, pero si se interpreta correctamente el rol de conductor del partido y se tiene en cuenta el contexto, no es tan claro como para cobrarlo”, explicaba hoy mismo uno de los árbitros más destacados de Primera División; “Una acción en el área es penal o no lo es, el contexto no importa” , opinaba el prestigioso y veterano periodista Enrique Macaya Márquez-, pero también por motivos que impactan directamente en el hincha argentino.
Uno está referido a los cuestionamientos cotidianos que se hacen al nivel del arbitraje en la Argentina. “Son un desastre”, disparó en plena furia Lautaro Acosta , delantero de Lanús, el sábado pasado al sentirse perjudicado por un penal cobrado en contra de su equipo, sin recordar los errores arbitrales que facilitaron que su equipo disputar la final de la última Copa Libertadores. Y declaraciones semejantes pueden escucharse casi cada fin de semana por boca de jugadores, dirigentes, entrenadores, periodistas e hinchas.
El otro tiene que ver con la empatía. La presencia de Lionel Messi en el Barça y la del Cholo Simeone en el Atlético de Madrid colocan en el papel de “enemigo ideal” al equipo que dirige Zinedine Zidane, históricamente sospechoso de ser tratado con demasiada amabilidad por los encargados de impartir justicia . Esta vez, además, se sumaba que dos jugadores argentinos, Gonzalo Higuaín y Paulo Dybala, integran el plantel de la Juventus, lo cual sirve para alimentar todavía un poco más la discusión.
El caso más “caliente” es el del delantero cordobés . Dybala aun no tiene, ni mucho menos, asegurada su presencia en el cada vez más cercano Mundial. Pero la mayor parte de los argentinos cree que debería estar entre los 23 convocados por Jorge Sampaoli para defender la camiseta albiceleste. A medida que la Juve marcaba sus goles, quien más, quien menos, comenzó a alentar la chance de que el campeón italiano siguiera en carrera para que el ex jugador de Instituto pudiera disputar las semifinales de la Champions y así incrementar sus opciones de convencer al técnico de la selección.
Oliver mandó la posibilidad al limbo cobrando penal en una jugada que ni 500 repeticiones serán capaces de demostrar con claridad si hubo más contacto, intención o imprudencia de Benatia que ganas de caerse de Lucas Vázquez, y prendió sin querer la mecha a diez mil kilómetros de distancia. Cosas que la globalización hace posible, pero que casi solo el fútbol y su pasión sin fronteras puede provocar.