¿Puede alguien que es goleador e ídolo de un equipo que lleva seis títulos consecutivos en una de las grandes ligas europeas ser un dolor de cabeza para el seleccionador de su país ? Sí, puede. Sobre todo si el país en cuestión es la Argentina, donde cada decisión futbolística es sometida a mil y una discusiones.
El jugador, por supuesto, es Paulo Dybala , niño mimado de la Juventus cuya participación en el Mundial permanece en el aire, pendiente de un escrutinio constante según lo que ocurra cada vez que pisa una cancha.
La semana pasada, tras el 1-6 ante España , las miradas de la prensa y de los hinchas volvieron a girar hacia el delantero, que no fue convocado para la última serie de amistosos y cuya ausencia lo puso a salvo de la hecatombre sufrida en Madrid .
Con Messi lesionado, quien más quien menos estuvo de acuerdo que los encuentros ante Italia y el equipo de Julen Lopetegui hubiesen sido ideales para que el zurdo cordobés pudiera lucir por fin sus virtudes con la camiseta albiceleste, una deuda que todavía mantiene impaga. Pero Dybala siguió la gira desde su casa en Turín .
“Es difícil jugar con Messi en la selección ”, dijo el hombre de la Juve en septiembre del año pasado, cuando Argentina todavía se encontraba en plena batalla por la clasificación a Rusia 2018, y desde entonces la frase lo persigue como un fantasma.
Por un lado, porque expresó con claridad algo que se vislumbró en los pocos partidos donde jugaron juntos el 10 del Barcelona y el 10 de la Vecchia Signora : la falta de química entre ambos. Solo el día del debut del cordobés en la selección, contra Uruguay por las eliminatorias, se dio cierto diálogo futbolístico, pero la expulsión de Dybala al filo del entretiempo frustró el progreso de aquella sociedad prometedora.
A partir de ahí todo se hizo cuesta arriba hasta convencer a Jorge Sampaoli de que hoy por hoy es imposible pensar en los dos compartiendo titularidad en el equipo.
La siguiente frase salió de la boca del propio entrenador. “No supimos ensamblar a Dybala o él no se adaptó a la idea de juego”, señaló el técnico antes del partido ante Italia y sus palabras sonaron a cosa juzgada.
Y sin embargo...
La goleada recibida en el Wanda Metropolitano surgió como un salvavidas para el cordobés. La muy floja prestación de Ever Banega dejó a Argentina huérfana de creatividad en el último tercio de la cancha, justo donde el futbolista juventino desarrolla lo mejor de su juego.
Llegó entonces la serie ante el Real Madrid en la Champions , una oportunidad perfecta para refrendar la candidatura de Dybala pero ya se sabe lo que sucedió: la escuadra italiana fue barrida en su casa y el 10 vio la tarjeta roja mucho antes del final.
Entonces...
Nada está definido, la sentencia sigue en el aire. En los círculos próximos al cuerpo técnico argentino aseguran que Sampaoli no tendrá inconvenientes en dar marcha atrás y sumar al hombre surgido de Instituto de Córdoba al plantel que estará en el Mundial, y que lo ocurrido esta semana no influirá sobre su decisión. Pero ni es una afirmación categórica ni garantiza nada: Dybala como mucho sería el sustituto eventual de Messi , pero en ningún caso su compañero de línea.
Parece un papel demasiado secundario para un ídolo indiscutido del equipo multicampeón del Calcio , un niño mimado por una hinchada exigente, pero así son las cosas en el fútbol argentino, ese mundo tan curioso donde siempre hay un problema a mano para oponer a cada solución.