COPA SUDAMERICANA
Un español agredido en Rio narra su odisea en una carta
Aficionado al fútbol, acudió al partido de vuelta de la final de la Copa Sudamericna cuando varios hombres lo golpearon al pensar que era argentino.Corinthians - Independiente: Copa Libertadores 2018
La final de la Copa Sudamericana, cuya vuelta se disputó en Rio de Janeiro, dejó incidentes graves entre aficionados de Flamengo e Independiente y uno de los heridos fue un espectador español que ha relatado en una carta publicada en Globo Esporte y Olé los hechos sufridos.
"Bajamos en la estación San Francisco Xavier, y de allí seguimos a pie hasta el estadio. Caminamos sin ningún problema hasta el Maracancito, hasta que nos separamos. Pero antes de que la familia tomara la dirección del acceso de entrada, tuvo el cuidado de indicarme por dónde seguir para encontrar a mi amigo en la Puerta C.
Ya cerca del estadio, un hombre con una lata de cerveza en la mano me paró y preguntó si yo era argentino. Con gestos, respondí que no, y seguí adelante. No quería hablar justamente para que, por el acento, no me confundieran con un argentino. El hombre, sin embargo, insistió. Me siguió y repetía, con la mirada fija y tono amenazador: '¿Eres argentino?' Intenté responder en buen portuñol. No, no soy argentino, me siento brasileño, me encanta el fútbol. Pero él replicó: 'Tu acento te entrega'. Y terminó la frase con una patada. Ahí percibí la pesadilla.
Seguí intentando caminar adelante, ignorando el hecho de que aquel aficionado, borracho, pensaba que yo era argentino. Pero él quería pelear y sólo conseguí dar algunos pasos más adelante. Luego me pararon seis hinchas, que me rodearon, haciendo la misma pregunta, ya acompañado de una palmadita en la espalda. ¿Eres argentino?', volvieron a preguntarme. En ese momento, saqué del bolsillo mi cédula de identidad brasileña de extranjero, mostrando que era español, no argentino. Intenté explicarles que vivo en Brasil y quería solamente realizar un sueño que es el de cualquier fanático del fútbol.
La frase que más repetía era el 'no soy argentino!' Ellos, sin embargo, ya eran más de seis y todos me pegaban patadas, golpes y empujones. Luego me di cuenta de que metieron las manos en mis bolsillos, buscando cosas de valor. Yo no tenía mucho, pero intenté retener la billetera, donde guardo los documentos. Me di cuenta entonces de que se habían llevado mi celular, sin parar de golpearme y con patadas en la espalda. El linchamiento era cada vez más fuerte, cuando vi acercarse a un hombre alto, rubio y con barba, que empezó a ayudarme a salir de las agresiones. Él intentó decir para el grupo que yo no era argentino, que vivía en Brasil, y que me dejaran ir. Los agresores no le dieron mucha atención y siguieron con las patadas, más leves. Tal vez ya sabían que yo no era argentino.
Aquellos minutos, que parecían durar horas, eran eternos. De repente, uno de ellos se acercó y dijo: 'Quiero ayudarte, ven conmigo, que yo soy policía de civil. Me pidió que lo acompañara a una calle de atrás. Soy extranjero, pero no soy tonto... Y, en un acto de coraje, respondí: 'Si me vas a pegar, hazlo rápido delante de todo el mundo, no en una calle escondida. En ese momento, cuando ya estaban casi sacando la cartera de mi bolsillo, llegaron los policías. Probablemente, habían sido llamados por aquel hombre rubio, que había intentado ayudarme anteriormente. Pero no pudieron parar a aquel grupo.
Pensé que la situación iba a empeorar. Sin embargo, los policías lograron apartar a los agresores, y uno de los policías me preguntó qué sector iba. Aunque, en un segundo, el grupo de los agresores regresó y con mayor número. Los policías, entonces, comenzaron a dispersarlos, ahuyentándolos con la llegada de un refuerzo policial.
Ya protegido, libre de los agresores, me preguntaron una vez más lo mismo, ahora un policía: '¿Eres argentino'. Le dije que no. 'Sólo necesito ir hasta la puerta frente a la estación del subte para encontrar a mi amigo, y estoy sin celular'", le dije al policía. '¡Si usted va para allá, lo matan!", me dijo.
Me encontré en un callejón sin salida, sin teléfono para comunicarme con mi amigo, sin platea, y en tierra de nadie. Mientras hablaba con el policía, un petardo estalló a mi lado. Me hirió en la parte delantera de mis piernas. Luego, ya no sentía dolor, y sólo quería conseguir una manera de salir de aquel infierno. Luego llegó otro grupo de policías, acompañado de dos argentinos, rescatados con las camisas rotas. No había dudas: el escenario era de guerra. Uno de los policías nos escoltó hasta el sector de la hinchada visitante. Y debo destacar la valentía de él, el policía, también amenazado, apuntado por latas de cerveza y objetos contra mí y a los argentinos.
Este hombre arriesgó su vida por personas que no conocía, y probablemente no tendremos la oportunidad de agradecerle por eso. Finalmente, llegamos al sector destinado al público visitante, la hinchada de Independiente. Nunca pensé que estaría tranquilo al estar en medio de los barrabravas argentinos. Pero fue así: sin querer, acabé siendo uno más del clan. Fue ahí donde llegó un taxi , en el que entré, pidiendo que me llevara a mi casa".