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Gallardo es el alma de River

River dejó para la historia una remontada cimentada en el orgullo y en el amor propio, en la identificación de unos jugadores y un técnico hacia la franja roja que lucen en el pecho, esa misma que lucirán también en semifinales. Hubo más. Hubo fútbol. River jugó francamente bien ante una zaga de Jorge Wilstermann a la que se le vieron las costuras. Ya se habían vislumbrado en la ida en Bolivia, pero entonces el conjunto de Gallardo no las supo aprovechar.

Hubo fútbol, decimos. Y más aún. Asomó como siempre en estas citas esa mística que rodea al Muñeco Gallardo. Es incuestionable el valor de este técnico en la historia de River Plate. Especialmente en eliminatorias es un gestor magnífico de los escenarios, aquellos que te mandan para casa si no los manejas o te hacen recobrar la vida si los tienes bajo control.

Así, con un equipo bastante más descosido del que hizo campeón, aún en pañales tras las marchas de Driussi y Alario -especialmente-, apeló a la astucia de Nacho Fernández, al carisma de Enzo Pérez y al olfato de Scocco para levantar a un Monumental apabullante. El Muñeco fue, como siempre, el alma de River, un alma que nunca deja de estar y que de vez en cuando nos recuerda la grandeza de este club y de este técnico que representa todo lo que le rodea.