ARGENTINA
Certezas y dudas de Tévez
Es cosa sabida que el argentino es el mejor pagado del planeta, pero incluso lo es más allá de la aritmética y no necesariamente por un hecho positivo.
Es cosa sabida que el futbolista mejor pagado del planeta no es otro que Carlos Tevez, pero incluso lo es más allá de la aritmética y no necesariamente por un hecho positivo: ¿cuántos casos como el suyo constan en los archivos de tantos y tantos dólares a cambio de poco o nada?
Pruebas al canto y habrá que ver quién se atreverá a refutarlas: desde que firmó para el Shanghai Shenhua ha sido más noticia por una verba picante a la hora de una entrevista exclusiva, por las lesiones y por alguna selfie jugando al golf que por su producido real en los 105 x 70 de una cancha de fútbol.
Ofrece, el presunto "Jugador del pueblo", un escenario cuya complejidad invita como mínimo a intentar poner cada pregunta y cada respuesta en su lugar.
Por ejemplo, una certeza que cae de madura, ineludible, es la de que salvo un brusco cambio del escenario su paso por China es de una pasmosa languidez o, tal vez, como se diría en una tertulia de café, de un sapo peso pesado.
Un fiasco: para quienes pagaron por Tevez una montaña de billetes, para los seguidores del Shanghai y para los chinos en general, los que suponían que a sus tierras había llegado un futbolista fabuloso.
Pero lo real, lo contante y sonante es que con Tevez en la cancha el equipo ganó apenas el 30 por ciento de los puntos (la mitad que sin él), y que en cualquiera de las tres circunstancias que ofrece un partido (ganar, empatar o perder) sus intervenciones de influencia ponderable se cuentan con los dedos de una mano.
Carlitos es un chino más
Ni siquiera ha podido echar un cable al entrenador Gustavo Poyet, que abogó de una manera especial para que desembolsaran el platal que se desembolsó y que, en estos mismos días, fruto de los resultados malos, está más cerca de la puerta de salida que de la botella de champán.
¿Será que para el propio Tevez sabe decepcionante esta travesía por Oriente?
No parece, no hay indicios de ello y acaso tampoco los habrá más allá de alguna declaración protocolar, del palabrerío vacío que maneja a piaciere cuando pinta la ocasión.
Mejor examinado el personaje, encontraremos que su vara motivacional está baja desde hace bastante tiempo: Volvió a Boca subido al jumbo de sus ganas de volver a ganar la Copa Libertadores y cuando estaban a un paso de la final, fue un alma en pena ¡contra Independiente del Valle!
En un contexto de chispazos aislados y de un tedio creciente, dormidos en su cuenta bancaria los billetes suficientes como para que naden en la abundancia Tevez, los hijos de Tevez, los nietos de Tevez y los bisnietos de Tevez, queda por ver cuánto más tiene para dar en el fútbol de China. O cuánto más tiene para dar en el fútbol profesional.
Tevez es todavía joven en el DNI (en febrero último recién cumplió 33 años), pero desgastado en las piernas (a su fantástico pique corto hay que buscarlo en la oficina de objetos perdidos). Reducido al mínimo vital y móvil su entusiasmo por correr detrás de la pelota número 5, tiene toda la cara de un millonario aburrido.
Más que un optimista de gol, un optimista del golf y un oficinista del césped
Se dice, se conjetura, algunos lo juran, que la próxima movida de Tevez será reunirse con los dirigentes del Shanghai, renunciar a una parte del tesoro, convencerlos de que se trata -como en el tango- de un adiós inteligente de los dos, saludar e irse.
Mejor dicho, saludar y venirse, venir, volver. A Boca
Consumada la hipótesis, con el hombre sonriendo para los flashes con su blanquísima, inconfundible dentadura, será oportuno cortar con tanta y tanta dulzura y poner en seria duda de que su nueva versión con la camiseta xeneize pueda ser superadora de la anterior, que por cierto nada tuvo de maravillosa.
Al tiempo, desde luego, sería cuestión de ver cuántos de los hinchas de Boca que esperaron su anterior regreso con veneración habrán renovado sin objeciones su deseo de aplaudir al ídolo o descargarán sobre Tevez la fría moneda del rechazo. O, por qué no, la del desdén.