Nadie, ni siquiera los más pesimistas o los menos interesados en lo que ocurra con la Selección Argentina, imaginaba esto. La derrota por 2 a 1 ante Arabia Saudita en el debut del Mundial atenta contra la ilusión de un pueblo entero que hoy comenzó la mañana con una sonrisa, pero la terminó hundido en una verdadera pesadilla.

El tropezón del campeón de América en el partido que abrió el Grupo C puede explicarse desde varios lados. Primero, desde lo complicado que suelen ser esta clase de partidos, sobre todo cuando tenés varios debutantes dentro del plantel. Luego, desde lo caro que cuestan los errores propios en defensa. Y por último, como para no extender demasiado la lista, a través de lo poco que generaron los que debían hacerse cargo.

Cuando suceden cosas como estas, las palabras sobran, pero los sentimientos abundan. La mezcla de sensaciones, incluyendo el miedo al fracaso deportivo, nos invade el cuerpo, pero nos deja vivos. Como aquella vez en Quito contra Ecuador o contra Nigeria en la Copa del Mundo anterior. Por eso, habrá que masticar bronca, apretar los dientes y seguir confiando en el grupo que nos hizo recuperar el sentido de pertenencia hacia la camiseta que nos une.

Hoy y siempre, el mensaje sigue siendo el mismo: ¡vamos Argentina!