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La camiseta exige otra cosa

Boca fue un equipo demasiado liviano en Brasil y rifó el prestigio. Jugadores al trote, expulsiones insólitas y una eliminación que nada tiene que ver con la historia de este club.

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Argentina's Boca Juniors Carlos Tevez (C) and teammate Carlos Izquierdoz step onto the field before their Copa Libertadores semifinal football match against Argentina's Boca Juniors at the Vila Belmiro stadium in Santos, Brazil, on January 13, 2021 (Photo by Sebastiao Moreira / POOL / AFP)
SEBASTIAO MOREIRAAFP

La eliminación de Boca ante Santos no será fácil de olvidar. No tanto por el resultado ni la bronca que da quedarse en la puerta de una nueva final de Libertadores, sino por la imagen que dejó el equipo dentro del campo de juego del estadio Vila Belmiro. Y es aquí donde debe hacerse foco, porque en el fútbol te puede faltar todo menos esa rebeldía que aparece cuando las cosas no van de la manera esperada.

La displicencia para que a los 30 segundos de partido te generen una chance clara; la distracción para quedarse sin la mayoría de las segundas pelotas; la vuelta al trote de varios futbolistas tras una contra rival y la expulsión insólita e infantil pueden servir de ejemplo para entender la decepción que siente hoy el pueblo boquense tras la actuación de quienes los representan. Claro que también hay mucha responsabilidad en el entrenador, que leyó mal el encuentro, optó por un planteo demasiado conservador a lo largo de la serie y nunca arriesgó más de la cuenta con las modificaciones en el partido de vuelta.

Las generaciones pasadas se criaron con el equipo de Juan Carlos "Toto" Lorenzo, que se plantaba en cualquier cancha y, pese a no tener un fútbol tan vistoso, nunca perdía el espíritu competitivo que requiere la camiseta de Boca. Los más jóvenes fueron testigos de las hazañas de Carlos Bianchi, quien pese a contar con jugadores únicos e irrepetibles, como Riquelme y Palermo, siempre machacaba en la idea de tener hombres inteligentes para estar a la altura de las circunstancias.

Todo pasado siempre será un poco mejor, por eso esto no se trata de hacer una comparativa o exigirle a los de ahora que imiten a los de antes. Al fin y al cabo, eso no va a ocurrir nunca y está bien que así sea. Pero lo que sí tiene que quedar en claro, sobre todo en la previa de otra final, es que en Boca hay cosas que no se negocian. La camiseta y la historia son demasiado grandes como para rifar el prestigio de un momento a otro.

En el fútbol, las derrotas dignas y épicas no existen. Se gana o se pierde, punto. No hay vuelta que darle. Pero si Boca se encuentra otra vez con un resultado adverso tendrá que tener en claro que hay maneras y maneras de salir parado de una situación negativa. Lo sucedido en Brasil no puede repetirse nunca más. Aunque sea por respeto a su hinchada.