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ARGENTINA 1-VENEZUELA 3

Argentina vulgariza a Messi

El crack del Barça volvió a la Albiceleste ocho meses después y la selección de Scaloni cayó a la contra ante una efectiva Venezuela, en el Wanda Metropolitano.

Actualizado a
Argentina vulgariza a Messi
PIERRE-PHILIPPE MARCOUAFP

Messi revivió los problemas que sufre con Argentina y en una semana pasó de ser el jugador sin igual que deslumbró con el Barça al vulgar que se viste la Albiceleste. Era su regreso tras ocho meses y en hora y media quizá se le quitaron las ganas de semejantes desencantos. Tuvo que jugar los 90 minutos cuando se esperaba de él una vuelta plácida y sin desgaste. 

Argentina vulgariza a Messi
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Messi
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Pero Argentina tiene un problema que va más allá de Messi, en todo caso. Da la sensación de que el equipo se quedó anticuado para siempre en los 80, como si no existieran en la vida más que los tangos de Gardel o las filigranas de Maradona. El fútbol evolucionó y no hay quien consiga insuflar ese espíritu moderno al equipo. Scaloni, rebotado desde las inferiores a la absoluta sin muchos merecimientos tampoco, quiso meter tres centrales siguiendo la moda europea, pero Argentina defendió tan mal como acostumbra. El planteamiento de Venezuela le trituró. 

Dudamel lleva años trabajando con esta generación, a la que hizo subcampeona del mundo Sub-20, y se notó el trabajo. Fue un amistoso que tuvo poco de prueba y sí mucho de Copa América. Quedan tres meses solo para el torneo continental y la Vinotinto demostró estar mucho más preparada. La presencia de Faríñez en la portería y de Rondón en la punta del ataque es suficiente para ser optimistas. El joven guardameta liquidó las pocas esperanzas de Argentina en los escasos acercamientos de los primeros minutos, mientras que el náufrago delantero del Newcastle se bastó él solo para desarmar a la tibia zaga argentina. Un balón largo hacia él lo convirtió en el primer tanto, tras superar por encima a Armani. 

Lejos de reaccionar, cada contragolpe de Venezuela acribilló a Argentina. Messi sufría en silencio, casi de manera autista, como sólo con la selección se le acostumbra a ver. Sobre todo cuando Murillo hizo el 0-2 al borde del descanso tras un contragolpe imparable. Las flechas venezolanas se clavaban en el corazón de la Albiceleste sin que hubiese impedimento. Scaloni movió fichas, metió un nueve más (Matías Suárez) junto a Lautaro y se entregó a Messi. Parecía que había lugar a la reacción cuando acortó distancias el propio Lautaro, en una jugada en la que Messi inició el contragolpe con un buen control de pecho. Un espejismo. Ni Argentina emitía señales suficientes ni Messi era el del Barça. 

A Venezuela tampoco le temblaron las piernas. Siguió afianzándose en torno a Faríñez y esperó a que con espacios pudiera liquidar en otra contra. Y llegó. Un penalti absurdo de Foyth lo anotó Josef Martínez para cerrar el resultado y recuperar el estado depresivo de un Messi que con Argentina se despeña. La camiseta de su país le transforma para mal. El debate sigue. El otro Messi ha vuelto.